viernes, 17 de febrero de 2012

Con los ojos cerrados (castellano)

Sonó el teléfono. Otra vez, pensé. Ni siquiera me importó quién podía ser. ¿A caso tenía sentido saberlo? No, no lo tenía. Cerré los ojos, como había hecho miles de veces desde ese día. Los cerré y deseé que nunca más se abriesen, nunca más... Estiré la manta hasta que me cubrió la cabeza. Quería protegerme, quería estar sola, aislarme para oír solo los latidos de mi enfermo corazón.
Pero el teléfono volvió a sonar insistentemente, como si de verdad creyese que fuese a cogerlo. Su sonido era tan irritante, tan molesto y estridente... ¿Te va a ganar un teléfono? Ah, no, ni hablar, yo tengo más fuerza de voluntad, soy más fuerte...Y calló por fin. Un suspiro se escapó entre mis labios y saqué la cabeza de entre los cojines y la manta vieja, llena de bolas. Pensé en abrir los ojos, pero sólo se quedó en la idea de hacerlo, se quedaron cerrados, en vaga indefinida.
Fuera se oían los coches y la gente, el ruido de la calle subía ligero, volátil y sutil, como el aroma del pan recién hecho. Quería tentarme, tentarme a bajar y a reencontrarme con el sol, con el viento y las caras conocidas. Eso último era lo que me daba más miedo. ¿Qué pensarían si me viesen? Hacía tiempo que no le dirigía una mirada al espejo, ves a saber qué es lo que me encontraba. ¿Qué tipo de aspecto tendría mi pelo? Mejor no saberlo, concluí.
Me acurruqué aun más, me hice un ovillo como si fuese un gato. Seguía con los ojos cerrados y eso activó mi cerebro. Mala cosa... En cuanto se puso en marcha, comenzó a pensar y a recordar. Ya está, es tarde otra vez. Un montón de imágenes y palabras, susurradas y gritadas, comenzaron a mezclarse y llevar mi pensamiento de un lado a otro, de la alegría a la tristeza, del amor al odio, de la ingenuidad a la desconfianza absoluta. Desde la primera sonrisa a la última discusión. Eso fue lo que pasó.
Mi corazón tembló ante los recuerdos, eran más poderosos que él y, un día, ya llegaron a romperlo por la mitad. Era difícil encontrar todos los pedazos y juntarlos de nuevo, en cualquier caso sabía que ya nunca sería igual, jamás volvería a ser ese corazón inocente y brillante, nuevo de trinca. No, eso se había acabado para siempre. Pero intentaba, desesperadamente, montarlo de nuevo y poder volver a sentir, aunque sólo fuese la calidez de una sonrisa sincera. No pedía más. Tontamente, esperaba en ese sofá, bajo esa manta, a que mi corazón se recompusiese solo. Tenía la corazonada que sólo hacía falta tiempo, tiempo y silencio. Con eso bastará, creí. Pero los recuerdos habían vuelto y cada vez que volvían eran igual de fuertes, el tiempo no les afectaba, pero a mí me estaba consumiendo.
Se me escapó un débil jadeo, dolía demasiado pensar, hasta cortarte la respiración... y atraía más lágrimas que cualquier otra cosa. Abrí los ojos un momento, sólo para que la luz que entraba por las ventanas me recordase que seguía viva. Pues sí, lo seguía, así que cerré los ojos de nuevo.
Y el teléfono volvió a sonar. Otra vez, insistentemente, deseando que lo descolgasen. Pero yo ya no tenía fuerzas, ya no. Si lo hubiese cogido, habría descubierto que no se trataba de nada más que tú con un ramo de rosas, una disculpa y, por supuesto, tu sonrisa. Lástima que el teléfono siguiese sonando para siempre.

martes, 14 de febrero de 2012

Hay quien lo llama escribir (castellano)

Y un día te dicen que han llorado con tus palabras, con aquello que has escrito y ves su tímidas lágrimas asomándose por los ojos. Te sientes feliz, satisfecho por haber hecho llorar a esa persona. ¿Y por qué? Pues porque no hay mayor alegría para un domador de palabras que hacer llorar a otra persona con las letras. Porque llorar es bonito, porque sólo lloras cuando hay un sentimiento, feliz o triste, que ha tocado la parte más sensible del alma, la más íntima y bella, la que jamás enseñamos a los demás. Por eso, cuando consigues llegar a ese punto del alma, sólo con la gracilidad de las palabras, es como hacer una cima, como lograr lo imposible, sientes que has cumplido con una pequeña misión que se te dijo en sueños que debías llevar a cabo.
Alguien me dijo una vez que la literatura es transmitir sentimientos, así que cuando haces llorar a alguien con palabras significa que has hecho verdadera literatura aunque no te apellides Bécquer, Shakespeare o Goethe, que realmente has transmitido algo, que los sentimientos ahí reflejados no son ningún cuento, ninguna mentira, sólo un pedazo de tu alma que has querido dibujar con letras. Hay quien, a eso, lo llama escribir.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Rozando el sueño (castellano)

Ya sé que dije que no haría más posts sobre mí, pero es que quiero decir que hoy ha sido un día especial aunque no por nada que parezca demasiado importante. Mi vocación de veterinaria me viene desde pequeña, de hecho, no recuerdo que haya querido ser otra cosa en algún momento, es mi ilusión y, por ahora, mi única meta importante a alcanzar. En junio, haré la selctividad, lo que significa que a partir del próximo septiembre empezaré la universidad. Supongo que eso es algo que hace ilusión a casi todos los alumnos de mi edad, pero para mí es verdaderamente especial. Llevo trabajando para entrar en veterinaria desde siempre, creo que es a lo que le he dedicado más esfuerzo y es lo que más ilusión me hace en el mundo: entrar en veterinaria, llevo toda la vida deseándolo y ahora lo veo tan cerca... Y resulta que aquí, en Cataluña, sólo hay una universidad que tiene esta carrera, la UAB, por lo que llevo toda la vida mentalizándome que iba a ir a esa universidad, no concibo ir a ninguna otra (aunque para llegar me haya de tragar una hora de ida y otra enterita de vuelta). Así que hoy era el día de puertas abiertas y esta tarde he ido con una amiga a ver cómo era lo que llevaba toda la vida esperando.
 ¿Qué decir? Es que no sé cómo explicarlo, sé que parece una tontería y a lo mejor estáis pensando que estoy un poco ida, pero la verdad es que si ya tenía claro qué quería hacer y dónde, hoy todavía lo tengo más claro. Es tal y como había esperado, sino mejor. Es mi sueño, mi sueño más importante y hoy he podido rozarlo con los dedos... Ha sido increíble, y eso que la hemos visitado en unas circunstancias... digamos que poco convencionales, porque se supone que las puertas abiertas eran por la mañna, pero teníamos clase y hemos pasado por la tarde cuando ya era casi de noche y no había casi nadie por allí, temíamos que hasta nos echaran, aunque en verdad eso ha añadido todavía más emoción a toda la aventura, porque llegar suponía confiar en nuestro poco sentido de la orientación que, afortunadamente, hoy ha decido ser competente y no nos hemos perdido en ningún momento.
 Pues eso, hoy he visto que lo que llevo esperando tanto tiempo no es sólo un sueño, sino que es cuestión de tiempo que se cumpla y promete mucho.