sábado, 26 de octubre de 2013

¿Recuerdas? (castellano)

¿Me recordarás tú como yo te recuerdo? ¿Estaré aún en tus pensamientos en viente años? ¿O será otra quien ocupe tu corazón? A menudo, me lo preguntaba, pero estaba tan convencida que en ese tiempo yo aun seguiría a tu lado, que no me preocupaba demasiado la respuesta. Pero ahora... oh, ahora... Qué daría ahora por saber que pasa por detrás de esos ojos verdes tuyos...
 No sé cómo pasó. Pero, de repente, te encontrabas lejos, muy lejos de mí. Las sonrisas pasaron a ser de cortesía y el cariño un torpe intento de normalidad. Nos convertimos en algo parecido a dos extraños que comparten una vida. Y eso lo que yo más temía que pasara.
 ¿Recuerdas cómo empezó todo? Esas tardes de primavera bajo los árboles. Esas cálidas noches bajo las estrellas. Aquel rumor lejano de la playa que nos acariciaba al son de las olas. Con una mirada cómplice nos entendíamos. La emoción que sentía al ver llegar tus cartas y las lágrimas de amor al leerlas. Todavía conservo las hojas amarillas en un cajón. ¿Recuerdas tú aquellas palabras?
 La primera mirada. El primer baile y el primer beso. El primer escalofrío. Los primeros botes que daba el corazón al ver tus ojos clavados en mí. Todas aquellas primeras veces. Cuando te tuve tan cerca que no me atrevía ni a respirar. Robábamos versos a altos poetas para explicar qué sentíamos. ¿Recuerdas?
 Aquello parecía eterno. Que jamás fuese a morir. Tan juntos que nada ni nadie podría separarnos nunca. Quizá es que fui ingenua. Pero un día ya no estabas. Vivías conmigo, pero no estabas conmigo. ¿Cómo pudo pasar? Te quería tanto...
 Ahora, te miro y no veo un compañero. Ni un amigo. No veo nada. Sólo unos ojos verdes, cansados y tristes, que miran por la ventana con anhelo. Quisiera que volvieras a sentirlo, que volvieras a mirarme como lo hacías antes. Añoro que me abraces y me acaricies el pelo con dulzura. Como si no existiese nada más que nosotros dos. ¿Lo recuerdas?
 Te cojo la mano y la noto fría. La retiras lentamente. Vuelves la vista al libro que estás leyendo. En silencio. Sin pizca de sentimiento. Una expresión inescrutable, impasible. Ya no debes recordar nada de todo lo que revivo cada día.
 Así que yo, poco a poco, me voy quedando en un rincón. Yo sola, con mi pena. Viendo, con impotencia, como te alejas cada vez más. Hasta casi no poder verte. No poder sentirte como hacía antes. Yo sola, con mi corazón cada vez más agrietado, a punto de romperse para siempre. Al lado de la chimenea, viendo como las llamas devoran la leña, como la tristeza y la indiferencia devoran mi energía. Yo sola, con mis alegres recuerdos y mi amargo presente.
 ¿Debería dejarte marchar? La idea duele tanto que hasta pensarla me deja sin respiración. Te sigo queriendo tanto... ¿Recuerdas tú cuánto te quiero? ¿Recordarás cuánto me querías cuando finalmente me digas adiós? Ojalá esos recuerdas sigan vivos dentro de ti, en algún pedacito de tu interior. Recuérdame, es lo único que pido. ¿Recuerdas todas las promesas que romperás? Recuerda, será el único consuelo que me quedará en esta casa vacía. Recuerda.