sábado, 26 de octubre de 2013

¿Recuerdas? (castellano)

¿Me recordarás tú como yo te recuerdo? ¿Estaré aún en tus pensamientos en viente años? ¿O será otra quien ocupe tu corazón? A menudo, me lo preguntaba, pero estaba tan convencida que en ese tiempo yo aun seguiría a tu lado, que no me preocupaba demasiado la respuesta. Pero ahora... oh, ahora... Qué daría ahora por saber que pasa por detrás de esos ojos verdes tuyos...
 No sé cómo pasó. Pero, de repente, te encontrabas lejos, muy lejos de mí. Las sonrisas pasaron a ser de cortesía y el cariño un torpe intento de normalidad. Nos convertimos en algo parecido a dos extraños que comparten una vida. Y eso lo que yo más temía que pasara.
 ¿Recuerdas cómo empezó todo? Esas tardes de primavera bajo los árboles. Esas cálidas noches bajo las estrellas. Aquel rumor lejano de la playa que nos acariciaba al son de las olas. Con una mirada cómplice nos entendíamos. La emoción que sentía al ver llegar tus cartas y las lágrimas de amor al leerlas. Todavía conservo las hojas amarillas en un cajón. ¿Recuerdas tú aquellas palabras?
 La primera mirada. El primer baile y el primer beso. El primer escalofrío. Los primeros botes que daba el corazón al ver tus ojos clavados en mí. Todas aquellas primeras veces. Cuando te tuve tan cerca que no me atrevía ni a respirar. Robábamos versos a altos poetas para explicar qué sentíamos. ¿Recuerdas?
 Aquello parecía eterno. Que jamás fuese a morir. Tan juntos que nada ni nadie podría separarnos nunca. Quizá es que fui ingenua. Pero un día ya no estabas. Vivías conmigo, pero no estabas conmigo. ¿Cómo pudo pasar? Te quería tanto...
 Ahora, te miro y no veo un compañero. Ni un amigo. No veo nada. Sólo unos ojos verdes, cansados y tristes, que miran por la ventana con anhelo. Quisiera que volvieras a sentirlo, que volvieras a mirarme como lo hacías antes. Añoro que me abraces y me acaricies el pelo con dulzura. Como si no existiese nada más que nosotros dos. ¿Lo recuerdas?
 Te cojo la mano y la noto fría. La retiras lentamente. Vuelves la vista al libro que estás leyendo. En silencio. Sin pizca de sentimiento. Una expresión inescrutable, impasible. Ya no debes recordar nada de todo lo que revivo cada día.
 Así que yo, poco a poco, me voy quedando en un rincón. Yo sola, con mi pena. Viendo, con impotencia, como te alejas cada vez más. Hasta casi no poder verte. No poder sentirte como hacía antes. Yo sola, con mi corazón cada vez más agrietado, a punto de romperse para siempre. Al lado de la chimenea, viendo como las llamas devoran la leña, como la tristeza y la indiferencia devoran mi energía. Yo sola, con mis alegres recuerdos y mi amargo presente.
 ¿Debería dejarte marchar? La idea duele tanto que hasta pensarla me deja sin respiración. Te sigo queriendo tanto... ¿Recuerdas tú cuánto te quiero? ¿Recordarás cuánto me querías cuando finalmente me digas adiós? Ojalá esos recuerdas sigan vivos dentro de ti, en algún pedacito de tu interior. Recuérdame, es lo único que pido. ¿Recuerdas todas las promesas que romperás? Recuerda, será el único consuelo que me quedará en esta casa vacía. Recuerda. 

sábado, 7 de septiembre de 2013

A veces (castellano)

 A veces, ser feliz cuesta menos de lo que imaginamos. Oler una flor. Pasear por un bosque al atardecer. Acariciar un animal cariñoso. Mirar las estrellas por la noche. Son esas pequeñas cosas las que nos recuerdan nuestro sitio en el mundo. Son momentos en los que puedes pensar. Pensar que sólo eres un pequeño pedazo de esta gran obra. Pensar cuál es tu papel en ella.
 A veces, es fácil perderse en la ciudad. Entre calles ruidosas y gente estresada. Árboles tristes y enfermizos. Andar por las calles grises y casi no poder ver ni siquiera el azul del cielo. Tan conectados con todos y a la vez tan solos. Seguir una rutina, la misma cada día, cada mes, cada año. Hasta, al final, olvidar los sueños.
 Por eso, a veces, es bueno recordar las pequeñas cosas. Poder recordar qué es soñar. Qué es sentir aire fresco en la cara. Oír grillos por la noche y pájaros durante el día. Ir a algún sitio donde no haya nada más ni nadie más. A veces, es todo lo que necesitamos. Poder coger aire sin remordimientos o nervios.
 A veces, hay gente que se enamora de esa sensación. A veces, abandonan la ciudad para siempre y nunca vuelven. Porque fuera se sienten libres y capaces. No tienen las grandes aspiraciones de poder o dinero. Aspiran a mantener aquello que han encontrado: paz y libertad. No necesitan más, aunque para otros pueda parecer poco.
 A veces, con el tiempo, mirarán atrás y se percatarán de que tomaron la decisión correcta. Porque era la decisión que sentían que debían tomar. Contemplarán la ciudad y seguirán viendo una jaula en ella. Otros dirán que huyeron. Pero huir significa dar la vuelta y dar marcha atrás. Ellos no retrocedieron, sino que siguieron adelante. Sólo que en otra dirección. Diferente a la de la mayoría.
 A veces, para algunos dejar la ciudad será una decisión demasiado difícil. Demasiado comprometida. No pueden romper tantos lazos. Lo que también es comprensible. Da miedo dejar tanto atrás. Y puede que para ellos no compense.
 A veces, debemos oler una flor. Pasear por un bosque al atardecer. Acariciar un animal cariñoso. Mirar la estrellas por la noche. Son momentos en los que puedes pensar. Pensar que sólo eres un pequeño pedazo de esta gran obra. Pensar cuál es tu papel en ella.  Pensar en qué queremos hacer.
 Y finalmente, siempre, y no sólo a veces, hay que tomar una decisión. 

jueves, 11 de julio de 2013

Final del 1r curso de veterinaria (castellano)

Hace una semana, acabé mi primer año de la carrera de veterinaria. Nueve meses. Miles de horas y muchísimo trabajo duro. Muchas risas y alguna que otra lágrima. Un mundo nuevo por descubrir.
 Mi sueño siempre ha sido ser estudiante de veterinaria. Y ha cambiado mi vida. Me ha cambiado a mí. No hubiese podido imaginar como ha sido. Mucho mejor de lo que esperaba.
 Hace un año, esperaba conocer gente fantástica en la facultad de veterinaria, pero a la vez tenía miedo de no conectar con ellos. Qué estúpida fui! Este año, he conocido a amigos increíbles y hemos vivido un montón de nuevas experiencias. Mucho tiempo juntos.
 Todo ha sido nuevo, todo ha sido emocionante, todo ha sido una aventura. No tienes que ir al otro lado del mundo para vivir una aventura. Basta con empezar de nuevo.
El lugar era totalmente nuevo, pero ahora es como nuestra casa. Con familia y todo.
 Pero no siempre ha sido fácil. Exámenes, trabajos, horas y horas en la biblioteca, clases, prácticas, horarios imposibles, algún que otro profesor malo... En algún momento, he fallado y he sentido que quizá me sobrepasaba. Pero todos estábamos igual, así que nos ayudamos y apoyamos mutuamente. Hemos luchado como gladiadores.
 No puedo describir cuánto he llegado a aprender: sobre animales, naturaleza, e mundo rural, la vida del campo, sobre como funciona el mundo y sobre la vida. Sé que suena cursi, pero es la verdad.
Muchos momentos divertidos, disfrutando de los animales, disfrutando de nuestra pasión y aprendiendo un montón de cosas increíbles. Descubrir que nuestro sueño es posible y cercano. Compartiendo nuestras ambiciones y nuestros futuros sueños.
 Cuando me di cuenta que el final del año estaba cerca, me sentí triste pese a los exámenes finales. Creo que fue entonces cuando me percaté de cuanto había aprendido i disfrutado. Cuánto había vivido. También, me di cuento de lo rápido que había pasado este año, así que estoy convencida que los próximos cuatro años serán igual de rápidos, sino más todavía.Y eso me pone triste.
 Pero por ahora, quiero disfrutar del verano (ya he empezado) y puedo decir que el año que viene será fantástico. no sé cuántas aventuras nos esperan, cuántos exámenes difíciles y momentos inolvidables, cuántas risas y lágrimas. Pero ahora no tengo miedo, a diferencia de hace un año. He sido capaz de superar el primer año en la facultad e veterinaria, así que estoy lista para cualquier cosa! :)

lunes, 20 de mayo de 2013

Ella y las palabras (castellano)

El pánico la inundó. Una fría garra oprimía su corazón, y ella lo sentía. Siempre había contado con las palabras, eran sus amigas, sus confesoras. Siempre habían estado allí. Cuando ella las llamaba, acudían bailando. A veces jugaban al escondite y se hacían las difíciles, pero siempre acababan llegando. Era una extraña amistad, ella y las letras, que nadie podía entender, más que ellas mismas. Supongo que por eso, construyeron un pequeño refugio donde sólo se encontraban ellas y allí se reunían cuando el resto del mundo parecía darles la espalda. Juntas escribieron bellas historias, las palabras se ordenaban y jugaban hasta encontrar el orden perfecto, la armonía justa.
 Pero ella comenzó a alejarse. Las palabras cada vez se volvieron más pequeñas dentro de su mundo, pues no había suficiente espacio. Ella no se dio cuenta, no se percató que las estaba dejando en un rincón empolvándose. Habían aparecido muchas cosas nuevas más emocionantes en su universo. Hay sueños que brillan demasiado.
 A veces, usaba las palabras, pero no las hacía bailar, sólo las usaba cuando le era imprescindible y luego las abandonaba. Pensaba que podría llegar a prescindir de ellas algún día. No se dio cuenta que el refugio se estaba desmoronando. Creyó que siempre estaría allí.
 Las palabras se sentían heridas y traicionadas, no podían comprender qué había sucedido. Por qué no jugaban ya con ellas. Qué habían hecho mal. Sólo había ruinas y bellos recuerdos por allí donde pasasen. No se atrevían ni a reclamar su atención y quizá ése fue su error. Pero, al final, cansadas de esperar se fueron. Una a una, se levantaban y desaparecían, dejando sólo su huella en aquellas historias que habían protagonizado tiempo atrás. El Adiós fue la última palabra en marchar y lo hizo con lágrimas en los ojos, temía que tuviese que dar la mano al Nunca y al Jamás. De pronto, quedó un vacío y un helado silencio que ella no notó.
 Pero tiempo después, todo cambió lentamente. Ella se sintió perdida y, confiada, llamó a sus amigas palabras en busca de consuelo y consejos. Pero nadie acudió. Y fue entonces cuando tuvo miedo. Fue entonces cuando comprendió que las palabras formaban parte de ella. Cuando el silencio y la nada la invadieron. Desesperada, gritó, lloró y suplicó. Comprendió que las palabras la habían abandonado. Visitó el refugio y entonces vio todas esas ruinas esparcidas. Las historias, que un día la habían hecho soñar, estaban arrugadas en un rincón, algunas páginas se habían ido volando con el viento. Ella quiso jugar sola, pero sin las palabras estaba rota y los juegos se convertían en patéticas obras sin sentido. Con una tenue esperanza, ella seguía llamando aunque las palabras nunca acudiesen. Al fin y al cabo, ellas eran parte de su alma y no se puede vivir sin un pedazo de alma.
 Y, después, de muchas noches de frío silencio y páginas en blanco, llegó un amanecer en que vio una mano tendida hacia ella. Era la cálida mano del Siempre que venía seguida por el resto de palabras. Ella cogió esa mano y jamás volvió a soltarla. 

domingo, 28 de abril de 2013

Sólo un momento (castellano)

Sólo existe un momento en el que te sientes completo, sin fisuras ni piezas perdidas. Un único momento en que todo encaja. Todas las preguntas tienen respuestas. Todo tiene sentido. Todo está en su sitio. No hay nada que temer.
A veces el momento simplemente llega, sin que nadie lo haya llamado. Otras llega para salvar a alguien perdido y desorientado. Si lo buscas mucho, puede que lo encuentres husmeando en el pasado o visitando el futuro. Aunque el momento es caprichoso, pues sólo se deja ver cuando él quiere. Normalmente te sorprenderá con su llegada, como hace el invierno cada año.
Y, ¿qué le dirías al momento si de pronto apareciese ante ti? ¿Le darías las gracias o lo maldecirías por presentarse poco oportunamente? ¿Intentarías retenerlo junto a ti? ¿Lo dejarías marchar? Puede que te cambiase al vida para siempre o que confirmase lo que siempre has sospechado.
El momento nunca va solo. Siempre está acompañado por alguien o algo que puede pertenecer al pasado o al futuro, pero que suele corresponder al presente. El momento te hará regalos y sólo tú podrás decidir si los aceptas o los rechazas.
El momento te lo hará ver todo claro, durante ese momento la imagen será nítida, clara y transparente. Si eras un puzle desperdigado y desmenuzado, durante ese momento serás un bello cuadro, de finos y precisos trazos coloridos, en una pared blanca. Y puede que entonces te preguntes cuál ha sido el pincel que te ha dibujado: el pasado, dirán algunos románticos. Dios, dirán algunos creyentes. Tu corazón, dirán algunos poetas. Tú mismo, contestaría yo. El momento simplemente permanecerá callado ante esa pregunta.
Podrías cuestionarte cómo saber cuando el momento ha llegado, pero eso no tiene respuesta. Porque cuando el momento llega, te lo hará saber. Sabrás que ha llegado porque las formas difusas se convertirán en figuras claras y eso significa una cosa distinta para cada persona.
Y debes saber lo más importante del momento, lo más esencial de su llegada. Cuando el momento llega significa que has encontrado tu lugar. Estás donde debes estar, donde quieres estar y con quieres estar. El momento llega cuando eres quien realmente eres. Con todas sus consecuencias.
Pero recuerda, cuando el momento se va deja un vacío más hondo que el que había a su llegada. Su ausencia dolerá más de lo que imaginas.

domingo, 14 de abril de 2013

Concurs RelatCurt TMB: "Un trosset de Barcelona" (català)

Vaig pujar al bus a la parada de Via Augusta just al sortir del Ferrocarril que venia de Sabadell. Ja era hora. Eren quasi quarts de deu del vespre i tenia ganes d’arribar a casa. Portava amunt i avall des de primera hora del matí: treballar, classes, estudiar a la biblioteca, passar a comprar el sopar... El bus anava pràcticament buit, en silenci, tothom amb la mateixa cara de cansament mirant els carrers foscos i mig endormiscats. Em vaig asseure i vaig deixar la motxilla als peus. Se’m van tancar els ulls per un moment i vaig sospirar. Només volia dormir.
El bus va fer una sotragada. Ja érem a Diagonal, a l’alçada de Maria Cristina, i passà sobre les vies del Tram. Vaig mirar per la finestra. He vist aquest lloc milers de cops. Sempre he viscut a Barcelona i aquesta zona és dels meus barris. Però aquesta vegada havia sigut diferent.
Aquella nit, em vaig tornar a enamorar de Barcelona. El bus avançava lentament Diagonal avall. Hi havia molts cotxes, cadascun amb les seves llums, altres busos, el Tram, gent caminant per les amples voreres, El Corte Inglés, l’edifici Planeta amb les seves plantes a la façana, els edificis plens de llums... La llum nocturna era increïble, el paisatge urbà barceloní tan brillant. Tot es movia. Tot era dinàmic, fluid, tenia energia. Tanta gent, tantes vides i històries, tantes llums en una nit que, en principi, no tenia res d’especial...
“Visc en una ciutat maca, preciosa”, vaig pensar, “no la canviaria per cap altra”. Aquell passeig en bus per la Diagonal és un record que mai podré oblidar. Barcelona és una ciutat especial, bella i plena de vida. I no sé si és perquè sempre hi he viscut que no me n’havia adonat fins aquell moment. M’agrada dir que sóc de Barcelona, m’agrada dir que formo part de Barcelona. La meva ciutat. Sóc un trosset de Barcelona. Un petit fragment d’aquesta nit farcida de llums i moviment.

martes, 2 de abril de 2013

El baile (castellano)

Aun recuerdo el baile. Fue el primer fin de semana juntos. Pasamos el día en la montaña, fingiendo ser senderistas, cuando en realidad no había nadie más de ciudad por allí que nosotros. Al volver a la casa, fui a ducharme pues llevaba el pelo lleno de hojas y las piernas arañadas por las zarzas. El plan era cenar pizza y ver la película más tonta que encontrásemos. Queríamos reír juntos.
Me tomé mi tiempo en la ducha, me dolían todos los músculos del cuerpo y me agradaba volver a sentirme limpia. Bajé con unos pantalones de chándal grandotes, el pelo en un moño mal hecho y chanclas a modo de zapatillas. Esperaba oler al queso de la pizza precocinada y la tele puesta de fondo. Pero no.
En vez de eso, cuando bajé me encontré la puerta del jardín abierta. Entraba esa brisa nocturna casi veraniega. Salí y te encontré de pie, al lado de una mesa con dos velas y una flor. El jardín estaba lleno de pequeñas luces, como si de estrellas se tratase.
Me invitaste a sentar y reímos juntos de lo ridículo que quedabas exagerando los gestos caballerescos. Me confesaste que la cena la habías preparado tú. Te disculpaste con antelación por si el resultado no fuese de mi agrado. Reconozco que no recuerdo qué cenamos. De ese rato sólo puedo recordar tus ojos verdes, brillando con todas esas lucecitas del jardín. Recuerdo el fresco vino blanco que sacaste, pues sabías que el tinto no me gustaba.
Hablamos de todo y de nada, hablamos de sueños, del futuro y de nuestras esperanzas, intercalándolo con temas más banales y completamente superfluos. También hubo muchos silencios. Silencios largos y profundos en los que nuestros ojos lo decían todo. Creo que el postre era rojo y tenía fresas, pero reconozco que en aquel momento ya estaba completamente perdida en aquellos dos puntos verdes tuyos.
Cuando acabamos, recordamos la primera vez que nos vimos y como fue nuestro primer beso. Parecía mentira que alguna vez fuésemos desconocidos. Lamentaste no tener detalles románticos conmigo normalmente. "Pero quiero compensarlo", añadiste.
Encendiste el aparato de música del salón y me tendiste la mano.
-¿Me concedes este baile? -susurraste.
Reí como una tonta y te di la mano. No sabíamos bailar. No sabíamos cómo movernos para bailar como en aquellas películas antiguas llenas de vestidos largos y galones brillantes. Pero la música era preciosa y la noche era nuestra. Sólo nuestra. Nos acercamos, prácticamente estábamos abrazados, y comenzamos a bailar. Lentamente. Suavemente. Como la brisa de aquella noche.
Me tenías cogida por la cintura y yo te cogía el hombro. Con la otra mano abrazaba la tuya y llevábamos el ritmo. Apoyé la barbilla en tu clavícula. Olía a ti. Un olor familiar y cálido. No podía dejar de sonreír.
-Qué ridículo -murmuré-. Tú has preparado todo esto y yo en chándal y el pelo hecho un burrullo...
-Está bien así -dijiste-. Así estás preciosa. Sin maquillaje, ni tacones, ni vestidos bonitos... Así. Tú. No me hace falta más.
Me apreté a ti y cerré los ojos. Me dejé llevar y la músico siguió sonando. Era una hermosa canción que yo ya conocía. Y me encantaba. Tú empezaste a cantármela al oído. Sutil. En un susurro. Sentí como se estremecían todas las fibras de mi cuerpo. No había dolor, ni miedo, ni sombras. Sólo nuestra noche. Y tú.
La música continuó con otra canción. Y luego otra. Y otra. No sé cuánto tiempo pasó, la verdad es que no podía pensar en otra cosa que tu calidez. Pero sé que cuando la música acabó, nosotros seguimos abrazados, moviéndonos por el jardín al son de nuestro propio ritmo.
Fue el momento más feliz de mi vida. Nuestro baile. Y lo sigo recordando cada noche. Evoco cada uno de los recuerdos de entonces. Y me duele el corazón. Porque te marchaste para siempre. Poco después de aquello, el mar se te llevó lejos, a sus más oscuras profundidades sin piedad. Se aseguró que jamás pudiese encontrarte.
Hay quien dice que lo hizo por pura maldad, rebeldía sin causa. Pero yo creo que simplemente tuvo envidia de que la Luna no le amase como nosotros nos amábamos.

viernes, 1 de marzo de 2013

Vaga de estudiantes en Catalunya: #28F (castellano)

 Ayer hubo vaga de estudiantes en Catalunya. No la secundé. Es más, fui a las prácticas y a las clases, pese a ser de la UAB que es una universidad con fama de liarla cuando hay vaga y manifestaciones, y de tener un amplio seguimiento cuando hay este tipo de movilizaciones. No secundé la vaga por dos motivos: no nos iban a cambiar las prácticas y no estaba dispuesta a renunciar a ellas (si no íbamos no podríamos recuperarlas por temas de logística de la facultad) y, por otra parte, no la secundé consciente y expresamente. No estoy de acuerdo con la vaga. Apoyo los motivos y creedme cuando digo que defiendo los mismos derechos que los que sí la hacen, pero simplemente creo que la vaga no soluciona nada. Me explico, el hecho de que los universitarios no vayan un día a clase y se manifiesten un rato por la ciudad es inútil. Sinceramente, creo que hay otras formas de quejarse, protestar y reclamar diferentes y más efectivas. La gente a la que va dirigida el mensaje de la vaga (los políticos de este país) les da exactamente igual que los jóvenes nos rebelemos un día. Ya ves, hoy, el día después de la vaga, es cuando deberían pronunciarse y hacer promesas (que jamás cumplirán), pero la verdad es que yo los veo igual de tranquilos. Supongo que la vaga debería considerarse un fracaso absoluto, ¿no? Tampoco me sorprende la actitud de los políticos, claro está. A lo largo de la manifestación hubo incidentes y altercados completamente innecesarios que, para el resto de la sociedad, hizo que los estudiantes perdiesen toda la razón que podían tener. En eso se escudarán los políticos. Y lo peor es que tal vez tengan razón en este aspecto.
 En la UAB, se quemaron contenedores y se hicieron muchas pintadas por la zona de la facultad de Derecho. Puro vandalismo, sin duda. ¿Quién pagará esos destrozos? La universidad. El rectorado quizá tenía una partida de dinero (proveniente de nuestras matrículas) que quizá iba a dedicar en mejorar las instalaciones de alguna facultad, en comprar libros para alguna de las bibliotecas, para pagar la gasolina de los buses del campus, simplemente en pagar deudas... Pero resulta que ahora tendrá que destinarse a arreglar estos desperfectos totalmente innecesarios. Si te manifiestas a favor de la universidad pública, no la destroces. Destrozar lo que estás defendiendo no es coherente. En absoluto. Tampoco tienes más razón por enfrentarte a la policía e insultar a la gente que sí va a clase.
 Ese es otro aspecto que me gustaría comentar: los piquetes y los llamados "esquirols". Si he pagado unas clases y unas prácticas con la matrícula a principio de curso, tengo derecho a ir, haya vaga de estudiantes o no. La vaga es un derecho, no una obligación. Creo que la gente de los piquetes a menudo lo olvida. Puedes estar o no favor y ésa es una decisión personal que nadie debe tomar por ti. En el momento en el que te obligan a hacer vaga, se están comportando de la misma forma que aquellos a los que critican. Pura hipocresía según mi parecer. Yo ayer llegué pronto para no encontrarme con los piquetes que se hacen en la estación del tren para que la gente no pueda llegar a clase. Me sorprendió la gran cantidad de Mossos anti-disturbios que había por todas partes en el campus y dos helicópteros, de la policía también, que sobrevolaban la universidad y sus alrededores. Pero también lo agradecí. Lo triste es que haya que poner policía para vigilar que los derechos de algunos puedan ser respetados y para controlar una manifestación que, en principio, iba a ser pacífica.
 Como ya he dicho antes, yo estoy de acuerdo con los motivos que han motivado esta vaga: la defensa de una universidad pública de calidad; aunque discrepo en algunos puntos. Una de las quejas era la subida de los precios de la matrícula y, consecuentemente, el hecho que eso hacía que la universidad pudiese convertirse en algo elitista y a lo que no todos pudiesen aspirar. La solución, según mi punto de vista (y sé que os lanzaréis a mi cuello por decir esto), no es bajar el precio de las matrículas. De hecho, creo que podrían hasta subirse un poco más. Porque el problema no es el precio, sino las becas. Antes que preocuparnos por los precios, es más importante diseñar un sistema de becas eficiente y justo. El precio real de un curso universitario rodea los 9.000€, de los cuales nosotros ahora pagamos 1.500-2.000€ de media (dependiendo de la carrera). El resto lo pone el Estado. Multiplicado por el elevado número de universitarios que hay en nuestro país, ¿no os parece que tampoco es tanto? Por otra parte, soy consciente que hay mucha gente que no puede pagar tanto dinero para la matrícula, y ahí entran en juego las becas. Debería haber un sistema de becas que permitiese estudiar a todo aquel que quiera para que pueda hacerlo independientemente de sus recursos económicos. Mas, al mismo tiempo, quien sí puede pagar esa cantidad por la matrícula, ¿por qué no iba a hacerlo? En este aspecto, el sistema de "umbrales de renta" que este año ha estrenado la Generalitat es una buena idea, aunque es totalmente insuficiente e ineficaz, demasiado restrictivo para todos lo que necesitan acogerse. Pero es un paso.
 Tampoco es justo decir que "la universidad pública funciona mal" porque no está bien generalizar. Yo sólo puedo hablar de mi experiencia personal, pero puedo afirmar que en mi caso no es así. Estudio veterinaria en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y hasta ahora no tengo ninguna queja. A lo mejor ha habido algún pequeño problema a nivel de organización, pero supongo que eso pasa en todos sitios. Yo puedo decir que las instalaciones de mi facultad están bien preparadas y tenemos muchos recursos, así como profesores buenos (siempre hay alguna excepción). La mayoría de mis amistades están en universidad públicas también y, aunque opiniones de todo tipo, en general estamos todos satisfechos con lo que nos ofrecen y todo lo que estamos recibiendo. Es obvio que eso no es suficiente y que se debe defender lo que se tiene y siempre intentar mejorar, pero es de justicia reconocer que tenemos una universidad pública de calidad y no debemos tacharla de "mediocre".
 Todo esto no dejan de ser mi humilde opinión y mis reflexiones, pero creo que en un día como hoy se debería pensar en lo que pasó ayer: qué funcionó y qué falló. Y, por último, deberíamos dejar de soñar con la utopía que el Estado nos lo dé todo gratuitamente, eso no es sostenible, sería bonito, pero quizá deberíamos empezar a pensar en un sistema que sí sea sostenible y justo al mismo tiempo. 

miércoles, 6 de febrero de 2013

Fea. Tonta. Torpe. Gorda. (castellano)

Ella se sentía fea. Tonta. Torpe. Gorda. Estúpida. No deseada. Comenzó a llorar. Sentía que nadie le quería. Que no le importaba a nadie. Su vida no era como había imaginado. Había ideado tantas escenas perfectas. Bonitas. Románticas. Irreales.
Se abrazaba a su almohada y seguía llorando en silencio. No quería que la escuchasen. No quería hablar con nadie. Ya ni siquiera recordaba por qué había empezado a llorar. Pero ahora todo parecía triste y gris. No era la persona que hubiese querido ser de niña. Siempre se había imaginado guapa, risueña, con una sonrisa luminosa, alguien a quien todo el mundo tuviese aprecio y quisiesen hablar. Pero no era así. Y sabía que nunca lo sería. ¿Cómo había podido decepcionar tanto a la niña que un día fue? Porque poco importaba que ella quisiese cambiar. No lo lograría. O los demás no dejarían que cambiase. Así estaba montado el mundo. Y aunque se sintiese rebelde, con ganas de gritar, romper cosas y salir corriendo, sabía que no lo haría.
De pronto, dejó de llorar. Su rebeldía se escondió hasta casi desaparecer. Empezó a vomitar para cambiar las cosas. Sintió que era lo único que podía hacer.

domingo, 3 de febrero de 2013

Acuarelas

Aprovechando las vacaciones de febrero para estrenar el set de pinceles y acuarelas de Navidad.







jueves, 10 de enero de 2013

Montar a caballo (castellano)



Parar. Todo ha parado durante un momento. Estaba con el ordenador y algo ha pasado cuando he visto esta fotografía.
No es ningún secreto que dejé de montar a caballo por falta de tiempo hace unos años, después de seis años en una hípica. Entonces tenía mis motivos para hacerlo y no me arrepiento de mi decisión, pero he de reconocer que añoro el sentimiento de montar, mucho. Mucho. Mucho. Muchísimo. No sé por qué. Espera, sí lo sé. Porque es es una de las sensaciones más hermosas del mundo: cuando sientes la conexión entre el caballo y tu alma, cuando el caballo sabe qué quieres sin ninguna palabra, cuando entiendes porque los humanos han usado los caballos durante miles de años.
Así que, en septiembre, cuando empecé mi vida en la facultad de veterinaria, el sentimiento de añoranza de montar a caballo aumentó. Pensé en ahorrar dinero y conseguir el carnet de coche para poder volver a montar el año que viene. Sí, ese es mi plan. Sé cuánto lo echo de menos y necesito volver a montar otra vez.
Y, entonces, hoy, he visto esta imagen de un bebe riendo encima de caballo y he empezado a llorar. No, no he podido parar durante un buen rato. Y cada vez que miro la imagen, me hace volver a llorar. ¿Por qué? Porque la cara del bebé refleja todos los sentimientos de montar. Todos ellos. Y quien monte a caballo sabe de qué estoy hablando. Sí, ya sabes qué quiero decir. Esta imagen me ha recordado cosas que, aunque tenía la sensación de añorarlas, no recordaba y eso me pone triste.
Bueno, ésta es mi historia y a algunos les parecerá insignificante, algunos pensarán que estoy loca, pero es como me siento. No pueden entender cuan importante es para mí. Y ahora sólo quiero poder volver a montar a caballo lo más pronto posible. Creo que voy a colgar la foto en la pared de mi habitación para verla cada día y recordar todo estos sentimientos que hoy me han pillado desprevenida.
A la persona que tomó la fotografía en algún momento, GRACIAS
Al bebé, DISFRÚTALO porque es lo más maravilloso del mundo