martes, 27 de diciembre de 2011

El armario (castellano)

 El armario sigue ahí, en el rincón, con las puertas cerradas. ¿Sabes?, todavía está vacío. No he sido capaz de abrirlo de nuevo, de ocupar sus estantes otra vez. Quizá ya esté lleno de polvo. Tengo miedo de que, al abrirlo, lo poco que quede de ti en esta casa se vaya para siempre. Creo que aún huele a ti, a tus jerséis y a tu colonia, conserva el olor de tu piel.
 A veces, me entra el deseo de abrir sus puertas, por última vez, y sentir tu olor de nuevo, aunque sólo fuese una vez más. Sentir, de nuevo, que estás a mi lado, que me apoyarás pase lo que pase, que nunca me abandonarás. Pero, de repente, recuerdo que, si lo hiciese, te perdería para siempre, que la poca presencia que queda en casa de ti se desvanecería para siempre jamás. Mi corazón da un salto y huyo de la habitación, donde está el armario, como si temiese que hubieras escuchado mis pensamientos.
 Puede que nunca más nadie vaya a usar ese armario. ¿Dejar que otro lo llene de sus cosas? Me estremezco sólo de pensarlo. ¿Sustituirte por otro? No podría. Así que el armario sigue vacío, en su rincón, conservando lo poquito que me queda de ti.
 Aun hoy, recuerdo esa noche, cuando te marchaste sin poder decir un sencillo adiós. Al llegar, tu mano ya estaba fría y tu rostro pálido. Ojos vacíos de toda expresión. ¿Por qué?, me sigo preguntando. En ese momento no lo entendí, pero ahora sé que perderte a ti significó perder un pedazo de mí, y uno muy importante. Quizá es por eso que no me atrevo a abrir el armario, porque si lo hago, ese cachito de mí me abandonará y seré una cáscara vacía.
 Pero, hoy, me siento débil y estoy cansada de huir y tener miedo. Me tiembla la mano, pero he decido hacer algo que pensé que nunca haría. Mis pasos son vacilantes. El pomo cede fácilmente y la puerta se abre. Sale un soplo de aire cálido de dentro que huele a ti y susurra un dulce "te quiero"... En un momento, todo eso se desvanece como si no hubiese existido nunca.
 Por primera vez, miro el armario abierto y me doy cuenta que, ahora sí, está completamente vacío. Ya te has ido para siempre y yo no puedo hacer otra cosa que echarme a llorar. Cierro el armario de un golpe y, por última vez, huyo de esa habitación. Tu ausencia duele demasiado.

sábado, 17 de diciembre de 2011

Dormir. Comer. Pasear. Jugar. (castellano)

Dormir. Subirme a la cama. Despertarte. Comer. Pasear. Dormir. Jugar. Ladrar un poco para que me hagáis más caso. Mendigar migas. Dormir. Subir al sofá clandestinamente. Robar calcetines. Pasear. Traerte la pelota. Jugar. Dormir. Llorar cuando te vas. Esperar atenta delante de la puerta. Saludarte cuando llegas a casa. Roncar mientras estudias. Soñar que duermo. Soñar que juego. Dormir. Dar mil vueltas por casa para curiosear. Llevarte la correa. Pasear. Derretirme cuando me rascas detrás de la oreja, sí, sí, justo ahí. Hacerme la muerta cuando me digas "¡pum!". Ser obediente con el 'sit'. Jugar. Dormir mientras me acaricias. Hacer de aspiradora por la cocina. Pasear. Intentar cazar palomas por la calle. Saludar otros perros. Esperarte en la puerta del súper. Dormir. Comer. Pasear. Jugar.
Básicamente, quererte.

 Gina, mi tesoro 

miércoles, 14 de diciembre de 2011

La infancia (castellano)

  Ah, qué hermoso paisaje, qué hermoso. Hoy mi corazón se ha visto turbado por recuerdos brillantes, tan brillantes que mis ojos han tenido que desprender lágrimas, a causa del dolor de mis vivencias  pasadas. Numerosas imágenes han sucedido en  mi mente como una película. Pero hace tiempo que apenas tengo fuerzas para comer, para caminar, las fuerzas que me restan las uso para vivir. Hoy, al romper el alba, ha venido mi hijo, junto mis nietos, para llevarme a un lugar impregnado de emociones pasadas. Una granja, pero, ¿era una granja? No, no era una granja, era LA granja. La granja que me vio nacer, la granja que vio crecer, madurar. Cada piedra, cada planta, traía consigo sensaciones pasada y rostros. Oh, sí. Rostros inocentes, redondeados por la infancia y rostros difuminados que los años han ido borrando lentamente. Tantos nombres, tantas aventuras. Los nombres me han ensañado el valor de la amistad, la sinceridad; las aventuras me han mostrado que el camino tiene bifurcaciones, decisiones, que hemos de saber tomar sabiamente. He recordado historias que jamás debí olvidar, que hace años me hubieran mostrado un camino más claro y seguro. Pero el tiempo y años han hecho mella en mí. Mi capacidad de moverme es tan limitada… Hay algo en mi interior que me dice que mi misión en la vida ha concluido, que mi existencia actual lo único que hace es molestar, ¿es cierto? La respuesta no la poseo yo y puede que no la posea nadie nunca. Pero hace tiempo que aprendí que, en ocasiones, es más importante mirar el presente que girar la cabeza y mirar el pasado, o forzar mucho la vista teniendo demasiado en cuenta el futuro. Pero el tiempo de infancia sucedió hace muchos, muchos años y es algo que nada ni nadie hará volver.

domingo, 4 de diciembre de 2011

"Quizá" II: la promesa sin cumplir (castellano)

Se oían espadas lejanas, flechas silbando, prácticamente imperceptibles, y decenas de hogueras repartidas aquí y allí. Pero el joven caballero sólo oía el sonido del viento y miraba la Luna como si no existiese nada más bello. Tras un suspiro, se giró y subió a su caballo blanco que aguardaba detrás. Con un chasquido comenzó a andar al paso, acercándose más y más al ruido de escudos, lanzas y sangre derramada y alejándose de los árboles que les mantenían seguros y escondidos. En ese momento, la brisa le trajo unas tristes palabras seguidas por un beso dulce y sincero. El joven caballero sintió como le temblaban las manos y, levantando la cabeza, contestó a ese desesperado ruego:
"Mi vida, mi sol, mi cielo azul, mi Luna en las oscuras noches, mi amor más grande, mi tesoro más preciado... ¿Son tuyas estas palabras que me ha traído la noche? ¿Acaso rezas por mí cada noche? ¿O, quizá, esta súplica pertenezca a otro caballero?
Quizá ya te hayas olvidado de mí. Mas yo te recuerdo cada día, cada vez que me despierto, cada vez que sueño. Sé que, quizá, cada día sea el último. Cada batalla es una oración continua para seguir vivo al llegar la noche.
 Cuando cojo la espada recuerdo dónde estoy y qué estoy haciendo aquí. Entonces, siempre pienso en ti y en cómo me gustaría estar contigo de nuevo. Lo sueño cada noche, pero quizá sean recuerdos o quizá son simples sueños. Al marchar, te juré que volvería, que no sería un viaje sin retorno, que nunca estarías sola. Ahora me he dado cuenta que, quizá, estaba equivocado. Quizá mi promesa se quede sin cumplir. Al final, te habré fallado como siempre temí.
¿Por qué el mundo es tan injusto? ¿Dónde quedan esos días pacíficos? ¿Cuándo nuestras preocupaciones pasaron a ocuparse de la muerte? Quizá lo hicieron desde el principio. Quizá no fuimos capaces de verlo. Quizá fuimos niños demasiado tiempo.
Vida mía, no hay nada que desee más que volver a tu lado. Abrazarte y susurrarte que todo irá bien, que estamos juntos, que sueño con tu cabello rojizo. Quizá no pueda volver a apretarte la mano cada vez que te estremezcas por el desarraigado aullido de un lobo solitario. Sólo de pensarlo me vuelvo loco, o quizá la guerra ya me haya enloquecido.
Amor, ojalá nunca conozcas la guerra como he hecho yo.Ya no sé a cuántos soldados como yo he matado y eso me está consumiendo el corazón. Quizá, detrás de cada una de sus espadas, haya una historia como la nuestra: otra bella carita con mejillas rosadas y lágrimas contenidas que espera su vuelta. No dejo de pensar que, quizá, me acabará tocando a mí. Quizá mi escudo no sea tan imbatible como el herrero me hizo creer. Quizá mi espada me falle pese a su empuñadura de esmeraldas. Al final, ¿qué más da todo eso? El filo de la espada es lo único que cuenta. Quizá la armadura, que me pusiste antes de marchar, no sea suficiente. Y, ¿sabes?, siento no haber sido un héroe hasta ahora. Pero los héroes siempre acaban muriendo y, en esta guerra, ya he visto demasiados héroes... todos caídos. Puede que, al final, consiga salir de aquí vivo... Sería demasiado perfecto, ¿no? He descubierto que la realidad es de todo... menos perfecta.
 Así que, ¿qué harás sin mí? Por favor, sigue viviendo, sigue amando, sigue descubriendo el sol cada mañana y la Luna cada noche. Pero, por favor, guarda mi recuerdo. Quizá, de aquí unos años, cuando hables a tus hijos de tu juventud recordarás que yo te amé. Por favor, recuerda mi nombre y mis ojos, nuestras manos entrelazadas y las miradas cómplices. Quizá todo eso marche conmigo al morir. Quizá ya lo has olvidado.
O quizá yo vuelva algún día. Quizá podré abrazarte antes de lo pensado. Quizá nuestras manos estarán juntas antes del próximo invierno. Quizá podremos recordar juntos esos días en el castillo, cuando sólo éramos niños que jugaban a ser un príncipe valiente y una hermosa princesa. Quizá podremos volver a ver la corte y la guerra como una aventura lejana, historias que no son la nuestra. Quizá otro paseo a caballo por el bosque..."
Nadie lo vio. Nadie pudo verlo. Los árboles y la oscuridad jugaron a su favor. Un movimiento rápido, preciso, silencioso y letal. El caballo blanco, al ver y oler la sangre, se encabritó y salió galopando de allí. El cuerpo cayó pesadamente al suelo por la armadura y comenzó a formarse un charco carmesí sobre la hierba. El culpable se escapó entre las sombras. La espada, con una bella empuñadura de esmeraldas, permanecía en la mano de su dueño, leal hasta el último momento.
 Una nube fue empujada por el viento nocturno y la Luna vio unos ojos verdes ya vacíos de expresión y un "quizá" lleno de esperanza que todavía se asomaba por los labios del joven caballero. A lo lejos, un lobo aulló, un corazón se rompió y comenzó a llover. Quizá para siempre.

sábado, 3 de diciembre de 2011

"Quizá" I: el ruego (castellano)

La Luna bañaba de plateada luz la ventana abierta, aquella donde la dama miraba la noche, apoyada en el alféizar, con su bello camisón blanco. Respiraba lentamente y, de pronto, comenzó a hablar en susurros con las estrellas:
"Quizá vengas mañana. Quizá no vuelva a verte jamás. Quizá no vuelva a salir el Sol. Quizá ésta sea tu última noche. Quizá, algún día, volveré a sonreír sin falsedad. Quizá nos queramos para siempre. Quizá...
Ver como te ibas, encima de tu caballo blanco, fue muy duro. ¿Volverás? Quizá. No depende de mí, pero sé que tampoco depende de ti. Quizá del destino, quizá de Dios, quizá de nadie. Aun así, te ruego que escuches mi más desesperada súplica: blande tu espada fuerte y sabiamente, que ninguna flecha traicionera llegue a rozarte, no permitas que ninguna lanza hábil se te lleve de mi lado. Por favor.
Rezo por ti cada noche, ya es lo único que me ayuda a olvidar el frío que trae la Luna últimamente. Y es que estoy triste sin ti, pero sé que debes de estar allí cumpliendo con tu deber y protegiendo tanto tu honor como el de los tuyos. Mas ojalá estés aquí, bien pronto, y podamos ver juntos amanecer, como tantas veces hicimos antes. Amor mío, no puedo evitar añorarte cada segundo del día y pensar que quizá no vuelvas. Quizá.
Mientras te vestía con tu armadura, justo antes de partir, sentía como el miedo me roía por dentro, y supe ver que a ti, pese a las palabras de fingida confianza, también te sucedía. Te observé toda la noche y vi como el temor te cubría el corazón, se infiltraba en tus sueños y te daba una noche llena de pesadillas. Quizá la última noche juntos.
Me gustaría escribirte una carta, pero no encuentro las palabras y tampoco sé qué contarte porque, aquí, todo sigue igual. Eres tú quien tiene novedades. Espero que las noticias que, pronto, me traigan de ti no sean un escudo con tu blasón y un "lo lamentamos, luchó hasta el final con valentía". ¿Es mucho pedir? No me importa que no seas tan valeroso como los héroes de las historias.
Quiero volver a ver tus ojos verdes, tu cabello rubio y quiero poder cogerte, de nuevo, la mano. Otro paseo a caballo por el bosque de otoño o de primavera, qué más da. Pero quizá todo se quede en un sueño...
Así que, a falta de pergamino y pluma, hago sonar mi triste voz esta noche, aquí, y envío estas desesperadas palabras a las estrellas, a la Luna y al viento. Son la tenue esperanza de que, algún día, te lleguen y recuerdes que yo espero tu regreso. Quizá no sea más que una vana ilusión. Una ilusión como la de aquellos cuentos de hadas que, alguna vez, nos contaron de pequeños. ¿Recuerdas? Cuando sólo éramos niños, y la guerra y el amor sonaban a leyendas lejanas y complicadas. Asuntos que jamás nos iban a preocupar.
Ahora me doy cuenta que, quizá, tu viaje no tenga regreso..."
La dama lanzó un dulce y sincero beso a la noche... después, una lágrima fugitiva se escapó y formó un pequeño diamante en la fría piedra del suelo. Quizá una tímida estrella caída del cielo por la tristeza.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Introducció al meu Treball de Recerca (català)

 Aquí comença el meu Treball de Recerca, un curiós viatge a través del DNA, els seus components i les seves formes de funcionar. Tot amb l’objectiu desbrinar si utilitzant un compost, tan simple i comú com la sal, podem controlar-lo a voluntat. Passarem per programes de bioinformàtica, E. Coli’s manipulades genèticament i diferents articles científics que ens ajudaran a aclarir les misterioses maneres amb les quals el DNA controla l’expressió d’uns o altres gens, i si alguna d’aquestes podria ser, senzillament, la sal comuna: el clorur de sodi (NaCl). 
La meva primera simulació del DNA