lunes, 16 de enero de 2017

Life is weird

Life is weird. Really weird. I had been looking for love but all I found were stupid and selfish frogs. So, finally, I gave up and accepted I was going to be alone. But maybe it was not a bad thing. I was going to be independent, focus on my equine vet passion and my creative skills. I could travel wherever I wanted and be on my own. Nothing bad about it really. Anyway I am too young to not being single, am I not?
But one day, two more beers made me say yes to a friend to go to a party the next day in her town which is more than 1h from home. Who cares? I only wanted a mad and funny night with my crazy friends. Those beers made me see it very clearly because a party is never a bad idea.
And this is how life is weird. That night, at that party, I met the first person who has made me feel special in a way nobody did before. He is not a frog. He is not stupid. He is not selfish. He is not like any other boy I met before. I know I’m a strange person, I know I can be complicated to deal with. But he doesn’t care. Even more, he loves it. And it’s everything so new and weird and wonderful. I dont know how to deal with all this. And my life is changing and I’m scared. I dont want to lose that independent and self-confident person I became. I dont want to depend on someone as I see other people do. But I discover myself wanting him by my side.
And life is so weird. I though I knew all the answers, and it has changed all the questions.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Despacio (castellano)

El mundo se movía despacio, demasiado despacio para su gusto. Ella, que estaba acostumbrada a un ritmo frenético, de repente le parecía que todo estuviese parado. Como siempre, todo había ido muy rápido, hasta que de pronto se detuvo. Los días fugaces de antaño parecían tan lejanos... 
Antes el sol salía y se escondía muy rápido, dando paso a noches igualmente cortas. Sin embargo, ahora parecía que el día no acababa nunca. Incluso su brillo era más mortecino y pálido. Y después llegaban las noches: horas eternas de oscuridad que pasaban perezosamente entre sueños intranquilos y silenciosas pesadillas. 
Ella no podía soportarlo ya más. Necesitaba salir, volver a dar sentido a los días, que su vida cogiese impulso otra vez para encontrar la velocidad adecuada y, lo más importante, tomar la dirección correcta. Aunque la llevase lejos de su hogar. Aunque la llevase más allá del horizonte. Aunque implicase ciertos sacrificios. Aunque no fuese fácil. 
 Pero mientras tanto, todo seguía girando a paso de tortuga. Tampoco podía culparle a él. Al fin y al cabo, ¿no había sido cosa de los dos? Creía que, con el tiempo, tendría perspectiva y las cosas parecerían más claras. Ah, qué gran error. Los límites y las dudas seguían difusos, en un limbo confuso que parecía no obedecer ni la cabeza ni el corazón. Así que tampoco tenía culpable.
 Poco a poco, esperaba que los días cambiasen. Poco a poco, esperaba que llegara el impulso que necesitaba. Poco a poco, esperaba que todo se acelerase. Poco a poco, esperaba la esperanza. Y, poco a poco, la esperanza llegó. 

lunes, 15 de diciembre de 2014

Un cheque en blanco (castellano)

¿A qué le tienes miedo?

Creo que lo que más miedo me da de todo es hacerme vieja. No quiero envejecer. Me gusta ser joven, adoro ser joven. Pero no sólo por belleza o salud o temas así. Me gusta esta vida.
 Siendo joven tienes la oportunidad de probar mil caminos y no escoger ninguno, de ser valiente y temerario, aventurero, vivir sin dar explicaciones, la oportunidad de equivocarte cada dos pasos y levantarte de nuevo. El tópico de creerse indestructible es cierto, y es maravilloso. Comienzas a encontrarte a ti mismo y tu lugar en este gran universo. 
 Pero, sin duda alguna, lo que más me gusta es mirar al futuro y ver un horizonte infinito. Saber que se puede soñar sin límites, que todas las puertas están abiertas y sólo depende de nosotros cuál escoger. Saber que hay margen de error y que siempre se está a tiempo de rectificar. Esa sensación de que el mundo está a tus pies, que te pertenece y, a la vez, sentir que tú perteneces al mundo también. Pensar en mil futuros diferentes y quererlos todos, que hay tiempo para todos ellos. Plantearte proyectos a largo plazo sin el temor al paso del tiempo. Es el momento de crear una vida a tu manera, como tú la desees: estás construyendo los cimientos de toda tu vida y de ti mismo. 
 Ser joven significa tener un cheque en blanco sobre el futuro: no hay condiciones previas, ni imposiciones, ni límites. Lo que quieras poner el cheque será tuyo, siempre y cuando luches por ello: puedes tener el futuro que quieras.
 Sin embargo, al envejecer, el cheque se rompe. El horizonte del futuro ya no es infinito y aparecen nuevos límites que antes no existían. Eso tampoco es necesariamente malo, pero da miedo. Aterra pensar que, en algún momento, dejarás de ser tan libre, tan temerario e indestructible, que el peso de los recuerdos te dificultará el paso, que muchas puertas se cerrarán y sólo algunas permanecerán abiertas. Ya no habrá lugar para demasiadas equivocaciones. El mundo esperará que tomes la decisión correcta a la primera. Ya no habrá cheque en blanco. 
 Así que, de momento, disfrutaré el cheque en blanco que me ha regalado la vida: me equivocaré millones de veces, cogeré atajos y miraré por mil puertas. Ya sé qué forma quiero que tenga mi horizonte infinito y éste es mi momento para descubrir a base de prueba-error como lograrlo. Soy joven y el mundo me pertenece.

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Saltar al vacío (castellano)

De alguna manera, siento que nuestro destino era acabar juntos. Sin embargo, nunca pasó. ¿Por qué? Me parece que, entonces, no fuimos lo suficientemente valientes para afrontar ese destino y esforzarnos por cumplirlo, para que esto funcionase. Éramos tan jóvenes, tan tímidos, tan prudentes, como pajarillos asustados. No conocíamos el amor y nos daba miedo descubrirlo. Nos conformamos con nuestra dulce amistad.
 Y ahora... ¿qué? ¿Es demasiado tarde ya para cumplir ese destino? Me temo que sí. Ahora, que tú y yo hemos crecido, que ya no somos pajarillos asustados. Podemos hacer frente a muchas cosas sin asustarnos, sólo manteniéndonos firmes. ¿Pero qué pasa con nosotros? ¿Seguimos teniéndole miedo? Sé que no obedecimos al destino en su momento, y ahora querría volver atrás, y hacer que pasara lo que debió suceder entonces.
 Te miro y no eres el mismo. Sigues siendo tú, a tu manera, pero has cambiado. De la misma manera que yo he cambiado también. Somos más mayores, algo más serios y sabemos que hay temas con los que no se puede jugar. Como el amor.
 Mantenemos nuestra dulce amistad. Y nos ceñimos a ella. No fuera a romperse si alguno de los dos se sale del papel. Estamos en algo así como un punto muerto. Podríamos dar un paso más, sólo alguno de nosotros dos... ¿y qué habría al otro lado? Es difícil de decir.
 Realmente me gustaría descubrirlo. Saltar al vacío. Cerrar los ojos y sólo dejarme llevar. Pero correría el riesgo de perderte para siempre. ¿Y eso compensaría? No lo sé. ¿Y si sólo te queda cariño para mí? No lo sé.
 Dame un abrazo, inocente, como todos los demás. Mientras tanto, pensaré qué hacer. Y, antes que me dé tiempo de pensarlo, me lanzaré al vacío. Sólo espero que me cojas la mano y vueles conmigo. 

domingo, 5 de octubre de 2014

Prólogo (castellano)

 Se levantó del trono furioso, muy furioso. Empezó a andar hacia la puerta con grandes zancadas, mientras el ruido de las hebillas de sus robustas botas resonaba por la gran sala. Todos los presentes se encogieron y palidecieron prácticamente a la vez. Su capa, con el ribete de piel de oso, se arrastraba por el suelo al ritmo de sus pasos, dejando un rastro de silencio y rabia.
 Los cristales de los grandes ventanales estaban empapados por fuera, de la terrible tormenta que se desataba en el exterior, y temblaban con cada golpe de viento que recibían, como si fueran a romperse en cualquier momento. Entre las gotas, los rayos, las nubes y la niebla, se podía ver, durante un instante, el mar a lo lejos. Estaba lleno de espuma de violentas olas y amenazaba con devorar la costa con su furia. Casi parecía que sus rugidos se coordinasen con los truenos que salían del cielo, como si las estrellas fueran víctimas de un horrible ultraje.
 La gran estancia del castillo no era ajena a la locura de la naturaleza, pero los gruesos muros de piedra conseguían crear un pequeño refugio entre todo aquello. Además, un poderoso fuego ardía en una esquina, dentro de una gran chimenea, desprendiendo calidez y luz. A excepción de cuatro antorchas colgadas en la pared, era la única fuente de luz. Parte del humo se escapaba del tiro de la chimenea y flotaba por la cámara, espesando el ambiente y creando una leve neblina gris.
 Dos guardias, vestidos con pesadas y brillantes armaduras, abrieron las grandes puertas de madera y hierro forjado para abrirle paso. Él cruzó el umbral y tiró la enjoyada corona al suelo, que hasta entonces había permanecido en su cabeza sobre su tosca melena ya gris. El sonido de sus pasos fue desvaneciéndose  por los pasillos, con un eco profundo y temible.
 Todos los que estaban en la sala se mantuvieron en silencio, quietos como estatuas, hasta mucho después de que ya no se escuchasen. Prácticamente, ni respiraban siquiera. El repiqueteo de la lluvia contra la ventana, algunos truenos estremecedores y la madera ardiendo en la hoguera fue lo único que ocupó la sala durante un buen rato. Hasta que, finalmente, el mayor de los presentes suspiró profundamente, mientras se rascaba la profusa barba con la mano derecha, y dejó caer los brazos a los lados del cuerpo con cansancio. Miró a los demás con algo parecido a compasión y también se marchó. Poco a poco, todos le siguieron.
 Todos, excepto uno. Un chico joven permaneció quieto y callado hasta que todos se fueron. Una vez solo en la sala, cayó de rodillas al suelo y le empezaron a temblar las manos. Tenía un cabello rubio, una tez curtida por el sol y los ojos de un verde intenso que parecía querer rivalizar el bosque en primavera. Vestía un jubón de fino hilo plateado, blanco y morado con la silueta de un oso junto a árbol bordada exquisitamente en el centro del pecho. Comenzó a llorar en silencio, mordiéndose el labio y derramando lágrimas sobre la fría piedra del suelo.

 Todo iba a cambiar para siempre a partir de aquel momento. 

lunes, 8 de septiembre de 2014

Mi gran amigo (castellano)

Mucho tiempo me pasé buscando. Buscando a la persona perfecta que sabía que, tarde o temprano, aparecería en mi vida. Debía esperar y pasaría. Tenía una imagen formada en mi cabeza y, a menudo, imaginaba escenas cotidianas a su lado, un hombre sin cara todavía. ¡Qué ciega fui!
 Un día, fui contigo a tomar un café. Tú, mi gran amigo. Nos conocíamos de hacía muchos años y pocos secretos había entre nosotros. Hacía tiempo que no nos veíamos y aquel día te vi algo cambiado. Más mayor y maduro, parecía que tu locura juvenil se había diluido con los años. Hablamos de nosotros y del mundo. Yo te conté mi último viaje y tú me explicaste tus planes para el próximo año. Debatimos sobre el tiempo, los políticos y nuestras diferentes perspectivas de la vida. Recordamos juntos el pasado y nos reímos de nuestras tonterías de adolescencia.
 Y fue entonces, en algún momento de nuestra conversación, cuando lo entendí. No buscaba a la persona perfecta: te buscaba a ti. Todo lo que quería de otra persona, lo tenías tú. Hasta tus defectos me parecían bellos. No me hacía falta más. La imagen de mi cabeza, ya tenía una cara, una cara bien familiar.
 Pero también entendí que aquello no pasaría nunca. Entre nosotros había cariño, confianza, complicidad y amistad. Nada más por parte tuya. De pronto, todo tenía su sentido y su orden. Mas la distancia entre los dos pareció hacerse enorme en segundos. No, yo no era capaz de dar el salto y decirte lo que pensaba. Porque tenía bastante claro lo que tú pensabas. No quería arruinar nuestra bonita amistad de golpe por culpa de mi torpe corazón.
 Así que, desde este anonimato, te cuento lo que siento y te prometo no contarte nunca esto, para que puedas seguir contando conmigo como siempre. Lamento que yo no sea lo que buscas. No te preocupes, seré feliz. Seguro que hay alguien ahí fuera como tú que quiera ser algo más que mi gran amigo. 

martes, 2 de septiembre de 2014

La casa (castellano)

 En aquel pueblo había una casa. Pero no una casa cualquiera. Una casa grande, antigua, majestuosa y elegante. Probablemente cargada de mil historias en su interior. Estaba rodeada por un precioso jardín, bien verde y con manchas de color aquí y allí de las flores que ya acudían a la llamada de la primavera. No había rastro de malas hierbas, y el césped estaba siempre cortado cuidadosamente. Las ventanas y puertas de madera nunca estaban faltas de barniz, y las baldosas siempre relucían. No había rastro alguno de abandono o dejadez en la casa.
 Sin embargo, siempre estaba cerrada. Nunca entraba ni salía nadie. La verja del jardín estaba cerrada con un gran candado que, pese a no presentar siquiera manchas de óxido, todos sabían que nadie lo abría desde hacía mucho tiempo. Los postigos siempre estaban cerrados, impidiendo que incluso el sol entrase en la casa y cotillease entre sus estancias.
 La casa estaba rodeada de misterio y habladurías en el pueblo. Siempre tan cuidada y bonita, pero a la vez tan desangelada y solitaria. Nadie recordaba si quiera quiénes eran los dueños. Obvio era que la casa encerraba algún enigma, pero de alguna manera, la gente sospechaba que la respuesta no sería lúgubre. Pese a la soledad de la casa y todas las preguntas, que hasta parecían ya gravadas en sus paredes, desprendía luz y calidez. Nada malo podía suceder en aquella casa ni en su jardín. No había rastro de oscuridad en ella. Aunque sí se podía sentir un cierto aroma a tristeza.
 Los niños pasaban con la bici por delante de ella siempre que iban a jugar. Entre ellos, decían que debían ser hadas quienes cuidaban el jardín y la casa tan bien. A menudo, dejaban flores en la entrada para ellas. Y al día siguiente, las flores siempre habían desaparecido. Muchos niños decían haber visto duendes risueños paseándose entre las macetas. Los mayores, en cambio, comentaban que cualquier día se colgaría un cartel de “se vende” en la verja. Pero esa predicción tampoco se cumplía nunca. Alguien afirmó haber visto luz en una de sus ventanas alguna fría noche, pero nunca se tomaban estos testimonios en serio.
 Así que la casa seguía allí, siempre, como un habitante silencioso y vigilante del pueblo. Y aunque las preguntas flotasen dentro y fuera de ella como viejos fantasmas, el silencio que desprendía era tan profundo y solemne que las hacía palidecer y esconderse entre las plantas del jardín.
 ¿Cuál sería la historia que contaría la casa si pudiese hablar? ¿La de un corazón roto? ¿De una familia que poco a poco se fue separando? ¿De una joven pareja que se consumió cuando él fue a la guerra? ¿De simplemente chismorreos incendiarios entre el servicio de la casa? Era evidente que algo triste pasó en la casa, pero también era innegable que se había vivido con mucha felicidad en ella.
 Mas, fuese lo que fuese lo que pasó, ya nunca se sabría. Y la preciosa casa seguiría rodeada de esa aura de misterio. Los niños seguirían contando bellos cuentos sobre ella y el jardín, sobre hadas y duendes que cuidan las plantas y la casa. Por su parte, los mayores cada vez harían menos preguntas, pues la curiosidad no saciada iría desapareciendo por aburrimiento con los años.
 Y así, aunque escondidas, las preguntas sin contestar seguirían husmeando y rodeando la casa discretamente hasta cubrirla por completo y ahogar su profundo silencio dentro de ella. La casa seguiría siendo testimonio de mil historias hasta el final, y guardando todas ellas dentro de sí, cuidándolas para que no se perdiesen, protegiéndolas hasta del sol para que no se marchen y la dejen definitivamente sola.

sábado, 24 de mayo de 2014

El tren (castellano)

No sabía exactamente qué buscaba, ni qué iba a encontrar. Aun así, se subió al tren. Encima sólo llevaba aquella vieja mochila gastada. Dentro había poco más que lo imprescindible para sobrevivir y sus manchados pinceles. ¿Y dentro de ella misma? Pues tantas cosas que sería difícil decirlas todas, y a la vez, estaba casi vacía.
 Un día, el deseo de viajar, de romper con todo, de ser libre, nació y creció tanto que echó el resto de sentimientos y deseos de su interior. Un sueño tan grande y brillante que marchitó el resto de ellos. Quizá el culpable de todo fuese su corazón roto.
 Quería aprender, caminar y ver mil paisajes. Contemplar la puesta de sol cada día en un lugar diferente. Dicen que el cielo escoge colores distintos para cada sitio. Así, ella podría pintarlo usando una nueva paleta de colores cada atardecer con sus queridos pinceles. Después, cada noche, miraría las estrellas y las contaría hasta caer dormida. La Luna la arroparía para que no pasase frío ninguna noche.
 También quería leer un libro en cada puerto, en cada estación, en cada camino. Pero sabía que no podría cargar con todos, pues pesaban demasiado en su mochila. Por eso, había decidido que intercambiaría el último libro que hubiese conseguido en su nuevo destino. De esta manera, podría dejar un rastro de libros tras su paso y hacer viajar historias que, de otro modo, se hubieran quedado aburridas en una estantería. De su casa, del origen del viaje, se llevaba El mercader de Venecia, una edición antigua que olía a páginas amarillas y sabias con el lomo gastado por los años.
 Sus botas, ya adaptadas perfectamente a la forma de su pie, parecían impacientes para empezar a pisar nuevos suelos y recorrer caminos todavía por descubrir. Acariciar las plantas que había por alfombras y la tierra quemada por el sol, la nieve recién caída y los charcos embarrados. Ella quería sentir la lluvia cayendo encima, como las lágrimas que jamás sería capaz de derramar. El viento fresco de la montaña, como el aroma de la flor que ya nunca olería. La suave brisa salada del mar, como las caricias que ya nunca podría dar. El calor del sol, como el abrazo que no recibiría. El rugoso tacto de las rocas, como la piel anciana que nunca llegaría a tener.
 Sabía que fuera había mil canciones que cantar y mil noches en las que bailar hasta caer rendida. Quería leer poemas que todavía no la habían emocionado. Ver luz en los ojos de cada persona. Deseaba aprender, aprender todo lo que pudiese. Esperaba que eso pudiera llenar el gran vacío que sentía dentro. Esperaba que cada detalle de esta aventura, ocupase las fisuras de su corazón roto. Quizá no era una idea tan descabellada.
  Quería conocerlo todo y a todos, gente de cada rincón del mundo. Pero nunca, jamás, quedarse atada en algún sitio. No, eso no podía pasar. Se lo había prometido. No podía permitirse ninguna despedida más difícil de lo esperado. Ninguna posibilidad más de que, de su corazón, cayese otro pedacito. No dejaría que hubiese más tretas del destino.
 Anhelaba libertad, una libertad tan grande que le enseñase los confines del horizonte. Los secretos del día y de la noche. Una libertad que la llevase a conocer los siglos de los árboles. Una libertad que le permitiese nadar en el frío mar y en oscuros lagos. Besar frías y bellas estatuas de mármol que representasen antiguos héroes. Cantar a orillas de arroyos cubiertos de flores silvestres. Flores tan salvajes y bellas como ella. Una libertad que la empujaría a escribir cartas que nunca enviaría por el mero capricho de hacerlo.
 Y todo, todo, el viaje, su nueva vida y su libertad, empezaban con aquel tren. Sonó una campana y el vagón empezó a moverse con un suave traqueteo. Ella miraba por la ventana abierta con la vieja y gastada mochila a los pies. Entraba un viento sin domar que le revoloteaba el cabello moreno. Alguien tarareaba una melodía unos cuantos asientos atrás. Bajó los ojos al anillo que le decoraba el dedo anular de la mano izquierda. Una preciosa piedra azul con vetas nacaradas. Lágrimas presas en un cielo claro. Se lo quitó con delicadeza y, tras darle un último delicado beso, lo lanzó a través de la ventana.
 Ése, ese fue el momento, en que su viaje comenzó. El momento en que, definitivamente, cortó la última cadena del pasado. El mundo entero se abría para ella. 

sábado, 26 de octubre de 2013

¿Recuerdas? (castellano)

¿Me recordarás tú como yo te recuerdo? ¿Estaré aún en tus pensamientos en viente años? ¿O será otra quien ocupe tu corazón? A menudo, me lo preguntaba, pero estaba tan convencida que en ese tiempo yo aun seguiría a tu lado, que no me preocupaba demasiado la respuesta. Pero ahora... oh, ahora... Qué daría ahora por saber que pasa por detrás de esos ojos verdes tuyos...
 No sé cómo pasó. Pero, de repente, te encontrabas lejos, muy lejos de mí. Las sonrisas pasaron a ser de cortesía y el cariño un torpe intento de normalidad. Nos convertimos en algo parecido a dos extraños que comparten una vida. Y eso lo que yo más temía que pasara.
 ¿Recuerdas cómo empezó todo? Esas tardes de primavera bajo los árboles. Esas cálidas noches bajo las estrellas. Aquel rumor lejano de la playa que nos acariciaba al son de las olas. Con una mirada cómplice nos entendíamos. La emoción que sentía al ver llegar tus cartas y las lágrimas de amor al leerlas. Todavía conservo las hojas amarillas en un cajón. ¿Recuerdas tú aquellas palabras?
 La primera mirada. El primer baile y el primer beso. El primer escalofrío. Los primeros botes que daba el corazón al ver tus ojos clavados en mí. Todas aquellas primeras veces. Cuando te tuve tan cerca que no me atrevía ni a respirar. Robábamos versos a altos poetas para explicar qué sentíamos. ¿Recuerdas?
 Aquello parecía eterno. Que jamás fuese a morir. Tan juntos que nada ni nadie podría separarnos nunca. Quizá es que fui ingenua. Pero un día ya no estabas. Vivías conmigo, pero no estabas conmigo. ¿Cómo pudo pasar? Te quería tanto...
 Ahora, te miro y no veo un compañero. Ni un amigo. No veo nada. Sólo unos ojos verdes, cansados y tristes, que miran por la ventana con anhelo. Quisiera que volvieras a sentirlo, que volvieras a mirarme como lo hacías antes. Añoro que me abraces y me acaricies el pelo con dulzura. Como si no existiese nada más que nosotros dos. ¿Lo recuerdas?
 Te cojo la mano y la noto fría. La retiras lentamente. Vuelves la vista al libro que estás leyendo. En silencio. Sin pizca de sentimiento. Una expresión inescrutable, impasible. Ya no debes recordar nada de todo lo que revivo cada día.
 Así que yo, poco a poco, me voy quedando en un rincón. Yo sola, con mi pena. Viendo, con impotencia, como te alejas cada vez más. Hasta casi no poder verte. No poder sentirte como hacía antes. Yo sola, con mi corazón cada vez más agrietado, a punto de romperse para siempre. Al lado de la chimenea, viendo como las llamas devoran la leña, como la tristeza y la indiferencia devoran mi energía. Yo sola, con mis alegres recuerdos y mi amargo presente.
 ¿Debería dejarte marchar? La idea duele tanto que hasta pensarla me deja sin respiración. Te sigo queriendo tanto... ¿Recuerdas tú cuánto te quiero? ¿Recordarás cuánto me querías cuando finalmente me digas adiós? Ojalá esos recuerdas sigan vivos dentro de ti, en algún pedacito de tu interior. Recuérdame, es lo único que pido. ¿Recuerdas todas las promesas que romperás? Recuerda, será el único consuelo que me quedará en esta casa vacía. Recuerda. 

sábado, 7 de septiembre de 2013

A veces (castellano)

 A veces, ser feliz cuesta menos de lo que imaginamos. Oler una flor. Pasear por un bosque al atardecer. Acariciar un animal cariñoso. Mirar las estrellas por la noche. Son esas pequeñas cosas las que nos recuerdan nuestro sitio en el mundo. Son momentos en los que puedes pensar. Pensar que sólo eres un pequeño pedazo de esta gran obra. Pensar cuál es tu papel en ella.
 A veces, es fácil perderse en la ciudad. Entre calles ruidosas y gente estresada. Árboles tristes y enfermizos. Andar por las calles grises y casi no poder ver ni siquiera el azul del cielo. Tan conectados con todos y a la vez tan solos. Seguir una rutina, la misma cada día, cada mes, cada año. Hasta, al final, olvidar los sueños.
 Por eso, a veces, es bueno recordar las pequeñas cosas. Poder recordar qué es soñar. Qué es sentir aire fresco en la cara. Oír grillos por la noche y pájaros durante el día. Ir a algún sitio donde no haya nada más ni nadie más. A veces, es todo lo que necesitamos. Poder coger aire sin remordimientos o nervios.
 A veces, hay gente que se enamora de esa sensación. A veces, abandonan la ciudad para siempre y nunca vuelven. Porque fuera se sienten libres y capaces. No tienen las grandes aspiraciones de poder o dinero. Aspiran a mantener aquello que han encontrado: paz y libertad. No necesitan más, aunque para otros pueda parecer poco.
 A veces, con el tiempo, mirarán atrás y se percatarán de que tomaron la decisión correcta. Porque era la decisión que sentían que debían tomar. Contemplarán la ciudad y seguirán viendo una jaula en ella. Otros dirán que huyeron. Pero huir significa dar la vuelta y dar marcha atrás. Ellos no retrocedieron, sino que siguieron adelante. Sólo que en otra dirección. Diferente a la de la mayoría.
 A veces, para algunos dejar la ciudad será una decisión demasiado difícil. Demasiado comprometida. No pueden romper tantos lazos. Lo que también es comprensible. Da miedo dejar tanto atrás. Y puede que para ellos no compense.
 A veces, debemos oler una flor. Pasear por un bosque al atardecer. Acariciar un animal cariñoso. Mirar la estrellas por la noche. Son momentos en los que puedes pensar. Pensar que sólo eres un pequeño pedazo de esta gran obra. Pensar cuál es tu papel en ella.  Pensar en qué queremos hacer.
 Y finalmente, siempre, y no sólo a veces, hay que tomar una decisión. 

jueves, 11 de julio de 2013

Final del 1r curso de veterinaria (castellano)

Hace una semana, acabé mi primer año de la carrera de veterinaria. Nueve meses. Miles de horas y muchísimo trabajo duro. Muchas risas y alguna que otra lágrima. Un mundo nuevo por descubrir.
 Mi sueño siempre ha sido ser estudiante de veterinaria. Y ha cambiado mi vida. Me ha cambiado a mí. No hubiese podido imaginar como ha sido. Mucho mejor de lo que esperaba.
 Hace un año, esperaba conocer gente fantástica en la facultad de veterinaria, pero a la vez tenía miedo de no conectar con ellos. Qué estúpida fui! Este año, he conocido a amigos increíbles y hemos vivido un montón de nuevas experiencias. Mucho tiempo juntos.
 Todo ha sido nuevo, todo ha sido emocionante, todo ha sido una aventura. No tienes que ir al otro lado del mundo para vivir una aventura. Basta con empezar de nuevo.
El lugar era totalmente nuevo, pero ahora es como nuestra casa. Con familia y todo.
 Pero no siempre ha sido fácil. Exámenes, trabajos, horas y horas en la biblioteca, clases, prácticas, horarios imposibles, algún que otro profesor malo... En algún momento, he fallado y he sentido que quizá me sobrepasaba. Pero todos estábamos igual, así que nos ayudamos y apoyamos mutuamente. Hemos luchado como gladiadores.
 No puedo describir cuánto he llegado a aprender: sobre animales, naturaleza, e mundo rural, la vida del campo, sobre como funciona el mundo y sobre la vida. Sé que suena cursi, pero es la verdad.
Muchos momentos divertidos, disfrutando de los animales, disfrutando de nuestra pasión y aprendiendo un montón de cosas increíbles. Descubrir que nuestro sueño es posible y cercano. Compartiendo nuestras ambiciones y nuestros futuros sueños.
 Cuando me di cuenta que el final del año estaba cerca, me sentí triste pese a los exámenes finales. Creo que fue entonces cuando me percaté de cuanto había aprendido i disfrutado. Cuánto había vivido. También, me di cuento de lo rápido que había pasado este año, así que estoy convencida que los próximos cuatro años serán igual de rápidos, sino más todavía.Y eso me pone triste.
 Pero por ahora, quiero disfrutar del verano (ya he empezado) y puedo decir que el año que viene será fantástico. no sé cuántas aventuras nos esperan, cuántos exámenes difíciles y momentos inolvidables, cuántas risas y lágrimas. Pero ahora no tengo miedo, a diferencia de hace un año. He sido capaz de superar el primer año en la facultad e veterinaria, así que estoy lista para cualquier cosa! :)

lunes, 20 de mayo de 2013

Ella y las palabras (castellano)

El pánico la inundó. Una fría garra oprimía su corazón, y ella lo sentía. Siempre había contado con las palabras, eran sus amigas, sus confesoras. Siempre habían estado allí. Cuando ella las llamaba, acudían bailando. A veces jugaban al escondite y se hacían las difíciles, pero siempre acababan llegando. Era una extraña amistad, ella y las letras, que nadie podía entender, más que ellas mismas. Supongo que por eso, construyeron un pequeño refugio donde sólo se encontraban ellas y allí se reunían cuando el resto del mundo parecía darles la espalda. Juntas escribieron bellas historias, las palabras se ordenaban y jugaban hasta encontrar el orden perfecto, la armonía justa.
 Pero ella comenzó a alejarse. Las palabras cada vez se volvieron más pequeñas dentro de su mundo, pues no había suficiente espacio. Ella no se dio cuenta, no se percató que las estaba dejando en un rincón empolvándose. Habían aparecido muchas cosas nuevas más emocionantes en su universo. Hay sueños que brillan demasiado.
 A veces, usaba las palabras, pero no las hacía bailar, sólo las usaba cuando le era imprescindible y luego las abandonaba. Pensaba que podría llegar a prescindir de ellas algún día. No se dio cuenta que el refugio se estaba desmoronando. Creyó que siempre estaría allí.
 Las palabras se sentían heridas y traicionadas, no podían comprender qué había sucedido. Por qué no jugaban ya con ellas. Qué habían hecho mal. Sólo había ruinas y bellos recuerdos por allí donde pasasen. No se atrevían ni a reclamar su atención y quizá ése fue su error. Pero, al final, cansadas de esperar se fueron. Una a una, se levantaban y desaparecían, dejando sólo su huella en aquellas historias que habían protagonizado tiempo atrás. El Adiós fue la última palabra en marchar y lo hizo con lágrimas en los ojos, temía que tuviese que dar la mano al Nunca y al Jamás. De pronto, quedó un vacío y un helado silencio que ella no notó.
 Pero tiempo después, todo cambió lentamente. Ella se sintió perdida y, confiada, llamó a sus amigas palabras en busca de consuelo y consejos. Pero nadie acudió. Y fue entonces cuando tuvo miedo. Fue entonces cuando comprendió que las palabras formaban parte de ella. Cuando el silencio y la nada la invadieron. Desesperada, gritó, lloró y suplicó. Comprendió que las palabras la habían abandonado. Visitó el refugio y entonces vio todas esas ruinas esparcidas. Las historias, que un día la habían hecho soñar, estaban arrugadas en un rincón, algunas páginas se habían ido volando con el viento. Ella quiso jugar sola, pero sin las palabras estaba rota y los juegos se convertían en patéticas obras sin sentido. Con una tenue esperanza, ella seguía llamando aunque las palabras nunca acudiesen. Al fin y al cabo, ellas eran parte de su alma y no se puede vivir sin un pedazo de alma.
 Y, después, de muchas noches de frío silencio y páginas en blanco, llegó un amanecer en que vio una mano tendida hacia ella. Era la cálida mano del Siempre que venía seguida por el resto de palabras. Ella cogió esa mano y jamás volvió a soltarla. 

domingo, 28 de abril de 2013

Sólo un momento (castellano)

Sólo existe un momento en el que te sientes completo, sin fisuras ni piezas perdidas. Un único momento en que todo encaja. Todas las preguntas tienen respuestas. Todo tiene sentido. Todo está en su sitio. No hay nada que temer.
A veces el momento simplemente llega, sin que nadie lo haya llamado. Otras llega para salvar a alguien perdido y desorientado. Si lo buscas mucho, puede que lo encuentres husmeando en el pasado o visitando el futuro. Aunque el momento es caprichoso, pues sólo se deja ver cuando él quiere. Normalmente te sorprenderá con su llegada, como hace el invierno cada año.
Y, ¿qué le dirías al momento si de pronto apareciese ante ti? ¿Le darías las gracias o lo maldecirías por presentarse poco oportunamente? ¿Intentarías retenerlo junto a ti? ¿Lo dejarías marchar? Puede que te cambiase al vida para siempre o que confirmase lo que siempre has sospechado.
El momento nunca va solo. Siempre está acompañado por alguien o algo que puede pertenecer al pasado o al futuro, pero que suele corresponder al presente. El momento te hará regalos y sólo tú podrás decidir si los aceptas o los rechazas.
El momento te lo hará ver todo claro, durante ese momento la imagen será nítida, clara y transparente. Si eras un puzle desperdigado y desmenuzado, durante ese momento serás un bello cuadro, de finos y precisos trazos coloridos, en una pared blanca. Y puede que entonces te preguntes cuál ha sido el pincel que te ha dibujado: el pasado, dirán algunos románticos. Dios, dirán algunos creyentes. Tu corazón, dirán algunos poetas. Tú mismo, contestaría yo. El momento simplemente permanecerá callado ante esa pregunta.
Podrías cuestionarte cómo saber cuando el momento ha llegado, pero eso no tiene respuesta. Porque cuando el momento llega, te lo hará saber. Sabrás que ha llegado porque las formas difusas se convertirán en figuras claras y eso significa una cosa distinta para cada persona.
Y debes saber lo más importante del momento, lo más esencial de su llegada. Cuando el momento llega significa que has encontrado tu lugar. Estás donde debes estar, donde quieres estar y con quieres estar. El momento llega cuando eres quien realmente eres. Con todas sus consecuencias.
Pero recuerda, cuando el momento se va deja un vacío más hondo que el que había a su llegada. Su ausencia dolerá más de lo que imaginas.

domingo, 14 de abril de 2013

Concurs RelatCurt TMB: "Un trosset de Barcelona" (català)

Vaig pujar al bus a la parada de Via Augusta just al sortir del Ferrocarril que venia de Sabadell. Ja era hora. Eren quasi quarts de deu del vespre i tenia ganes d’arribar a casa. Portava amunt i avall des de primera hora del matí: treballar, classes, estudiar a la biblioteca, passar a comprar el sopar... El bus anava pràcticament buit, en silenci, tothom amb la mateixa cara de cansament mirant els carrers foscos i mig endormiscats. Em vaig asseure i vaig deixar la motxilla als peus. Se’m van tancar els ulls per un moment i vaig sospirar. Només volia dormir.
El bus va fer una sotragada. Ja érem a Diagonal, a l’alçada de Maria Cristina, i passà sobre les vies del Tram. Vaig mirar per la finestra. He vist aquest lloc milers de cops. Sempre he viscut a Barcelona i aquesta zona és dels meus barris. Però aquesta vegada havia sigut diferent.
Aquella nit, em vaig tornar a enamorar de Barcelona. El bus avançava lentament Diagonal avall. Hi havia molts cotxes, cadascun amb les seves llums, altres busos, el Tram, gent caminant per les amples voreres, El Corte Inglés, l’edifici Planeta amb les seves plantes a la façana, els edificis plens de llums... La llum nocturna era increïble, el paisatge urbà barceloní tan brillant. Tot es movia. Tot era dinàmic, fluid, tenia energia. Tanta gent, tantes vides i històries, tantes llums en una nit que, en principi, no tenia res d’especial...
“Visc en una ciutat maca, preciosa”, vaig pensar, “no la canviaria per cap altra”. Aquell passeig en bus per la Diagonal és un record que mai podré oblidar. Barcelona és una ciutat especial, bella i plena de vida. I no sé si és perquè sempre hi he viscut que no me n’havia adonat fins aquell moment. M’agrada dir que sóc de Barcelona, m’agrada dir que formo part de Barcelona. La meva ciutat. Sóc un trosset de Barcelona. Un petit fragment d’aquesta nit farcida de llums i moviment.

martes, 2 de abril de 2013

El baile (castellano)

Aun recuerdo el baile. Fue el primer fin de semana juntos. Pasamos el día en la montaña, fingiendo ser senderistas, cuando en realidad no había nadie más de ciudad por allí que nosotros. Al volver a la casa, fui a ducharme pues llevaba el pelo lleno de hojas y las piernas arañadas por las zarzas. El plan era cenar pizza y ver la película más tonta que encontrásemos. Queríamos reír juntos.
Me tomé mi tiempo en la ducha, me dolían todos los músculos del cuerpo y me agradaba volver a sentirme limpia. Bajé con unos pantalones de chándal grandotes, el pelo en un moño mal hecho y chanclas a modo de zapatillas. Esperaba oler al queso de la pizza precocinada y la tele puesta de fondo. Pero no.
En vez de eso, cuando bajé me encontré la puerta del jardín abierta. Entraba esa brisa nocturna casi veraniega. Salí y te encontré de pie, al lado de una mesa con dos velas y una flor. El jardín estaba lleno de pequeñas luces, como si de estrellas se tratase.
Me invitaste a sentar y reímos juntos de lo ridículo que quedabas exagerando los gestos caballerescos. Me confesaste que la cena la habías preparado tú. Te disculpaste con antelación por si el resultado no fuese de mi agrado. Reconozco que no recuerdo qué cenamos. De ese rato sólo puedo recordar tus ojos verdes, brillando con todas esas lucecitas del jardín. Recuerdo el fresco vino blanco que sacaste, pues sabías que el tinto no me gustaba.
Hablamos de todo y de nada, hablamos de sueños, del futuro y de nuestras esperanzas, intercalándolo con temas más banales y completamente superfluos. También hubo muchos silencios. Silencios largos y profundos en los que nuestros ojos lo decían todo. Creo que el postre era rojo y tenía fresas, pero reconozco que en aquel momento ya estaba completamente perdida en aquellos dos puntos verdes tuyos.
Cuando acabamos, recordamos la primera vez que nos vimos y como fue nuestro primer beso. Parecía mentira que alguna vez fuésemos desconocidos. Lamentaste no tener detalles románticos conmigo normalmente. "Pero quiero compensarlo", añadiste.
Encendiste el aparato de música del salón y me tendiste la mano.
-¿Me concedes este baile? -susurraste.
Reí como una tonta y te di la mano. No sabíamos bailar. No sabíamos cómo movernos para bailar como en aquellas películas antiguas llenas de vestidos largos y galones brillantes. Pero la música era preciosa y la noche era nuestra. Sólo nuestra. Nos acercamos, prácticamente estábamos abrazados, y comenzamos a bailar. Lentamente. Suavemente. Como la brisa de aquella noche.
Me tenías cogida por la cintura y yo te cogía el hombro. Con la otra mano abrazaba la tuya y llevábamos el ritmo. Apoyé la barbilla en tu clavícula. Olía a ti. Un olor familiar y cálido. No podía dejar de sonreír.
-Qué ridículo -murmuré-. Tú has preparado todo esto y yo en chándal y el pelo hecho un burrullo...
-Está bien así -dijiste-. Así estás preciosa. Sin maquillaje, ni tacones, ni vestidos bonitos... Así. Tú. No me hace falta más.
Me apreté a ti y cerré los ojos. Me dejé llevar y la músico siguió sonando. Era una hermosa canción que yo ya conocía. Y me encantaba. Tú empezaste a cantármela al oído. Sutil. En un susurro. Sentí como se estremecían todas las fibras de mi cuerpo. No había dolor, ni miedo, ni sombras. Sólo nuestra noche. Y tú.
La música continuó con otra canción. Y luego otra. Y otra. No sé cuánto tiempo pasó, la verdad es que no podía pensar en otra cosa que tu calidez. Pero sé que cuando la música acabó, nosotros seguimos abrazados, moviéndonos por el jardín al son de nuestro propio ritmo.
Fue el momento más feliz de mi vida. Nuestro baile. Y lo sigo recordando cada noche. Evoco cada uno de los recuerdos de entonces. Y me duele el corazón. Porque te marchaste para siempre. Poco después de aquello, el mar se te llevó lejos, a sus más oscuras profundidades sin piedad. Se aseguró que jamás pudiese encontrarte.
Hay quien dice que lo hizo por pura maldad, rebeldía sin causa. Pero yo creo que simplemente tuvo envidia de que la Luna no le amase como nosotros nos amábamos.

viernes, 1 de marzo de 2013

Vaga de estudiantes en Catalunya: #28F (castellano)

 Ayer hubo vaga de estudiantes en Catalunya. No la secundé. Es más, fui a las prácticas y a las clases, pese a ser de la UAB que es una universidad con fama de liarla cuando hay vaga y manifestaciones, y de tener un amplio seguimiento cuando hay este tipo de movilizaciones. No secundé la vaga por dos motivos: no nos iban a cambiar las prácticas y no estaba dispuesta a renunciar a ellas (si no íbamos no podríamos recuperarlas por temas de logística de la facultad) y, por otra parte, no la secundé consciente y expresamente. No estoy de acuerdo con la vaga. Apoyo los motivos y creedme cuando digo que defiendo los mismos derechos que los que sí la hacen, pero simplemente creo que la vaga no soluciona nada. Me explico, el hecho de que los universitarios no vayan un día a clase y se manifiesten un rato por la ciudad es inútil. Sinceramente, creo que hay otras formas de quejarse, protestar y reclamar diferentes y más efectivas. La gente a la que va dirigida el mensaje de la vaga (los políticos de este país) les da exactamente igual que los jóvenes nos rebelemos un día. Ya ves, hoy, el día después de la vaga, es cuando deberían pronunciarse y hacer promesas (que jamás cumplirán), pero la verdad es que yo los veo igual de tranquilos. Supongo que la vaga debería considerarse un fracaso absoluto, ¿no? Tampoco me sorprende la actitud de los políticos, claro está. A lo largo de la manifestación hubo incidentes y altercados completamente innecesarios que, para el resto de la sociedad, hizo que los estudiantes perdiesen toda la razón que podían tener. En eso se escudarán los políticos. Y lo peor es que tal vez tengan razón en este aspecto.
 En la UAB, se quemaron contenedores y se hicieron muchas pintadas por la zona de la facultad de Derecho. Puro vandalismo, sin duda. ¿Quién pagará esos destrozos? La universidad. El rectorado quizá tenía una partida de dinero (proveniente de nuestras matrículas) que quizá iba a dedicar en mejorar las instalaciones de alguna facultad, en comprar libros para alguna de las bibliotecas, para pagar la gasolina de los buses del campus, simplemente en pagar deudas... Pero resulta que ahora tendrá que destinarse a arreglar estos desperfectos totalmente innecesarios. Si te manifiestas a favor de la universidad pública, no la destroces. Destrozar lo que estás defendiendo no es coherente. En absoluto. Tampoco tienes más razón por enfrentarte a la policía e insultar a la gente que sí va a clase.
 Ese es otro aspecto que me gustaría comentar: los piquetes y los llamados "esquirols". Si he pagado unas clases y unas prácticas con la matrícula a principio de curso, tengo derecho a ir, haya vaga de estudiantes o no. La vaga es un derecho, no una obligación. Creo que la gente de los piquetes a menudo lo olvida. Puedes estar o no favor y ésa es una decisión personal que nadie debe tomar por ti. En el momento en el que te obligan a hacer vaga, se están comportando de la misma forma que aquellos a los que critican. Pura hipocresía según mi parecer. Yo ayer llegué pronto para no encontrarme con los piquetes que se hacen en la estación del tren para que la gente no pueda llegar a clase. Me sorprendió la gran cantidad de Mossos anti-disturbios que había por todas partes en el campus y dos helicópteros, de la policía también, que sobrevolaban la universidad y sus alrededores. Pero también lo agradecí. Lo triste es que haya que poner policía para vigilar que los derechos de algunos puedan ser respetados y para controlar una manifestación que, en principio, iba a ser pacífica.
 Como ya he dicho antes, yo estoy de acuerdo con los motivos que han motivado esta vaga: la defensa de una universidad pública de calidad; aunque discrepo en algunos puntos. Una de las quejas era la subida de los precios de la matrícula y, consecuentemente, el hecho que eso hacía que la universidad pudiese convertirse en algo elitista y a lo que no todos pudiesen aspirar. La solución, según mi punto de vista (y sé que os lanzaréis a mi cuello por decir esto), no es bajar el precio de las matrículas. De hecho, creo que podrían hasta subirse un poco más. Porque el problema no es el precio, sino las becas. Antes que preocuparnos por los precios, es más importante diseñar un sistema de becas eficiente y justo. El precio real de un curso universitario rodea los 9.000€, de los cuales nosotros ahora pagamos 1.500-2.000€ de media (dependiendo de la carrera). El resto lo pone el Estado. Multiplicado por el elevado número de universitarios que hay en nuestro país, ¿no os parece que tampoco es tanto? Por otra parte, soy consciente que hay mucha gente que no puede pagar tanto dinero para la matrícula, y ahí entran en juego las becas. Debería haber un sistema de becas que permitiese estudiar a todo aquel que quiera para que pueda hacerlo independientemente de sus recursos económicos. Mas, al mismo tiempo, quien sí puede pagar esa cantidad por la matrícula, ¿por qué no iba a hacerlo? En este aspecto, el sistema de "umbrales de renta" que este año ha estrenado la Generalitat es una buena idea, aunque es totalmente insuficiente e ineficaz, demasiado restrictivo para todos lo que necesitan acogerse. Pero es un paso.
 Tampoco es justo decir que "la universidad pública funciona mal" porque no está bien generalizar. Yo sólo puedo hablar de mi experiencia personal, pero puedo afirmar que en mi caso no es así. Estudio veterinaria en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y hasta ahora no tengo ninguna queja. A lo mejor ha habido algún pequeño problema a nivel de organización, pero supongo que eso pasa en todos sitios. Yo puedo decir que las instalaciones de mi facultad están bien preparadas y tenemos muchos recursos, así como profesores buenos (siempre hay alguna excepción). La mayoría de mis amistades están en universidad públicas también y, aunque opiniones de todo tipo, en general estamos todos satisfechos con lo que nos ofrecen y todo lo que estamos recibiendo. Es obvio que eso no es suficiente y que se debe defender lo que se tiene y siempre intentar mejorar, pero es de justicia reconocer que tenemos una universidad pública de calidad y no debemos tacharla de "mediocre".
 Todo esto no dejan de ser mi humilde opinión y mis reflexiones, pero creo que en un día como hoy se debería pensar en lo que pasó ayer: qué funcionó y qué falló. Y, por último, deberíamos dejar de soñar con la utopía que el Estado nos lo dé todo gratuitamente, eso no es sostenible, sería bonito, pero quizá deberíamos empezar a pensar en un sistema que sí sea sostenible y justo al mismo tiempo. 

miércoles, 6 de febrero de 2013

Fea. Tonta. Torpe. Gorda. (castellano)

Ella se sentía fea. Tonta. Torpe. Gorda. Estúpida. No deseada. Comenzó a llorar. Sentía que nadie le quería. Que no le importaba a nadie. Su vida no era como había imaginado. Había ideado tantas escenas perfectas. Bonitas. Románticas. Irreales.
Se abrazaba a su almohada y seguía llorando en silencio. No quería que la escuchasen. No quería hablar con nadie. Ya ni siquiera recordaba por qué había empezado a llorar. Pero ahora todo parecía triste y gris. No era la persona que hubiese querido ser de niña. Siempre se había imaginado guapa, risueña, con una sonrisa luminosa, alguien a quien todo el mundo tuviese aprecio y quisiesen hablar. Pero no era así. Y sabía que nunca lo sería. ¿Cómo había podido decepcionar tanto a la niña que un día fue? Porque poco importaba que ella quisiese cambiar. No lo lograría. O los demás no dejarían que cambiase. Así estaba montado el mundo. Y aunque se sintiese rebelde, con ganas de gritar, romper cosas y salir corriendo, sabía que no lo haría.
De pronto, dejó de llorar. Su rebeldía se escondió hasta casi desaparecer. Empezó a vomitar para cambiar las cosas. Sintió que era lo único que podía hacer.

domingo, 3 de febrero de 2013

Acuarelas

Aprovechando las vacaciones de febrero para estrenar el set de pinceles y acuarelas de Navidad.







jueves, 10 de enero de 2013

Montar a caballo (castellano)



Parar. Todo ha parado durante un momento. Estaba con el ordenador y algo ha pasado cuando he visto esta fotografía.
No es ningún secreto que dejé de montar a caballo por falta de tiempo hace unos años, después de seis años en una hípica. Entonces tenía mis motivos para hacerlo y no me arrepiento de mi decisión, pero he de reconocer que añoro el sentimiento de montar, mucho. Mucho. Mucho. Muchísimo. No sé por qué. Espera, sí lo sé. Porque es es una de las sensaciones más hermosas del mundo: cuando sientes la conexión entre el caballo y tu alma, cuando el caballo sabe qué quieres sin ninguna palabra, cuando entiendes porque los humanos han usado los caballos durante miles de años.
Así que, en septiembre, cuando empecé mi vida en la facultad de veterinaria, el sentimiento de añoranza de montar a caballo aumentó. Pensé en ahorrar dinero y conseguir el carnet de coche para poder volver a montar el año que viene. Sí, ese es mi plan. Sé cuánto lo echo de menos y necesito volver a montar otra vez.
Y, entonces, hoy, he visto esta imagen de un bebe riendo encima de caballo y he empezado a llorar. No, no he podido parar durante un buen rato. Y cada vez que miro la imagen, me hace volver a llorar. ¿Por qué? Porque la cara del bebé refleja todos los sentimientos de montar. Todos ellos. Y quien monte a caballo sabe de qué estoy hablando. Sí, ya sabes qué quiero decir. Esta imagen me ha recordado cosas que, aunque tenía la sensación de añorarlas, no recordaba y eso me pone triste.
Bueno, ésta es mi historia y a algunos les parecerá insignificante, algunos pensarán que estoy loca, pero es como me siento. No pueden entender cuan importante es para mí. Y ahora sólo quiero poder volver a montar a caballo lo más pronto posible. Creo que voy a colgar la foto en la pared de mi habitación para verla cada día y recordar todo estos sentimientos que hoy me han pillado desprevenida.
A la persona que tomó la fotografía en algún momento, GRACIAS
Al bebé, DISFRÚTALO porque es lo más maravilloso del mundo

jueves, 27 de diciembre de 2012

La melodía (castellano)

De pronto... la oí. De nuevo, esas dulces notas volvieron, flotando suavemente, a mí. Unos sonidos perfectamente armónicos, bellos, coordinados, fugaces y brillantes. Sólo me hizo falta cerrar los ojos para evocar. Recuerdos. Sonidos, imágenes y olores del bosque. Recuerdos de cómo nuestros caballos nos llevaban por el bosque, entre árboles y musgo, persiguiendo sueños que quizá jamás debieron existir.
 La música viaja fielmente hasta mis oídos. Mi corazón responde con sentimientos que creía olvidados. Salen de un baúl escondido en un rincón polvoriento de mi corazón. Se habían ocultado entre las sombras hasta ahora. Pensé que ya habían huido a ocupar otro baúl, otro corazón, otra vida. Quizá al otro lado del mar. Quizá más allá de las montañas nevadas. Otra vida en otro castillo y cabalgando a lomos de otro caballo blanco.
 La flauta se mezcla con el laúd magistralmente domado y tejen la melodía. Que ocupa mi cabeza. Que ocupa mi corazón. Que ocupa mi ser. Yo, con los ojos cerrados, sólo puedo entregarme a ella. Podría bailar a su ritmo. O podría cantarla con susurros manchados de tristeza. Mas eso no reflejaría todo lo que me hace sentir. Puede que no haya nada que lo consiga.
 Sigue sonando. Sigue volando a costa de mis sueños viejos y rotos, algunos incluso olvidados para siempre. Sigue ocupando la sala. Sigue ocupando mis sentimientos. Y con ella, tú.
 Porque, al fin y al cabo, la melodía sólo me dirige a un único destino: tú. Tú. Tan galante y gentil. Tan valiente. A lomos de tu caballo bayo. Con tu dulce voz. Tus poemas, robados a antiguos autores, versos que no te pertenecían. Mas los hacías tan tuyos que era difícil no dejarse llevar. Me dejaste soñar libremente. Y soñamos juntos con un futuro diferente. Nuestros sueños fueron demasiado lejos. Y creo que ambos lo supimos desde el principio. Pero era imposible no dejarse deslumbrar por su belleza.
 Y esta melodía tuya que siempre nos acompañaba. Ya fuese descubriendo el bosque o corriendo por el castillo. Notas tan sutiles y hermosas. Aún me llevan a esos atardeceres al lado del arroyo. ¿No quisieras volver conmigo allí? Sólo una vez más...
 ¿De dónde salen todos estos recuerdos? Esta memoria tan afilada y rencorosa... Yo, ilusa de mí, que creí que todo esto ya había volado lejos, muy lejos. Donde no pudiese verlo, ni oírlo, ni sentirlo. Pensé que habían volado con blancas alas para perderse por siempre. Parece ser que aún estás conmigo, o al menos eso cree mi corazón. 
 Esta melodía... ha parado al fin. Las notas han ido evaporándose lentamente hasta extinguirse, dejando sólo una leve sombra suya en la brisa que entra por las ventanas, una emoción en mi interior que se va desmenuzando poco a poco. Hacía ya años que ningún trovador se atrevía a tocarla en mi castillo. Tantas noches con sólo viejas leyendas o simplemente en silencio... Supongo que por eso los recuerdos se quedaron en aquel baúl polvoriento y carcomido. Ahora vuelven, lentos y pacientes, a su rincón donde no pueda encontrarlos Sólo saldrán cuando la melodía los llame. Será entonces, también, cuando más duelan. Notas y recuerdos. La melodía y tú sobre el caballo bayo.

domingo, 4 de noviembre de 2012

Lo que un día fue (castellano)

A veces cuesta creer que las cosas fueran diferentes, es difícil pensar que todo iba en otra dirección. Algo que ahora parece tan fácil, tan natural, tan familiar. Saber que un día todo esto parecía tan lejano, tan frío y distante, casi imposible de alcanzar. Pero, fíjate, fue alcanzado y ahora parece tan simple... Hubo dudas, una pequeña falta de confianza y el temor de no saber qué hay más allá. Ahora, todo eso parece tan lejano, casi como si perteneciese a una vida ajena. Las cosas han salido bien. Ganamos. Fuimos capaces de lo que nos propusimos. Y lo que en su día fue temor a la nostalgia, ahora no es más que una pequeña sonrisa meláncolica, más dispuesta a los cambios, al futuro, que lo que lo fue un día. Porque recordar no duele, los recuerdos sólo tienen leves destellos de tristeza. En cambio, mirar hacia adelante es más fácil, el porvenir parece más luminoso y, aunque los obstáculos sigan allá todavía más grandes, podemos saltar más alto también. El cielo no parece tan lejano. Cada vez volamos más arriba y a veces cuesta creer que nuestras alas fueran tan pequeñas, es difícil pensar que nuestros sueños viviesen a años luz de nosotros.

martes, 18 de septiembre de 2012

Una sombra más (castellano)

La primera vez que soñé con él creí que sólo era una sombra. Entre los árboles llenos de musgo y las hojas secas. Bajo aquella luz anaranjada del ocaso. Ante aquella Luna tímida que todavía no se atrevía a asomarse por el horizonte. Así, me pareciste una sombra más, una de aquellas que bailaban entre los árboles. Una de aquellas que escondían a los pájaros en sus nidos. Una de aquellas que llamaba a los lobos, aún perezosos. No apareciste al día siguiente. Tampoco al otro. No viniste hasta que la Luna menguó hasta desaparecer. Entonces el bosque ya dormía. El invierno había llegado. Todo estaba cubierto de fina nieve primeriza. Los pequeños copos se arremolinaban cerca de los troncos. Los pequeños copos iban de un lado para otro, agitados por el cortante viento. Sin duda, era un día bello. Y, aunque el cielo era gris, el Sol hacía llegar su luz.Y, aunque el cielo era gris, era un día bello.
 Y entre remolinos de diminutos copos de nieve. Y entre arbustos helados. Y entre musgo escarchado, por fin descubrí que no eras una sombra más. No, sin duda, no eras una sombra más. Puede que fueras el alma de la noche. Puede que fueras la mezcla perfecta entre belleza y oscuridad. En cualquier caso, aquel día te vi. Te vi y entendí que eras libre. Libre. Y aunque desease poseerte con todas mis fuerzas, no podría. Aquel día, te vi como te levantabas, orgulloso, sobre tus patas traseras y lanzabas un relincho de serenidad, de libertad rebosante. El relincho de un alma libre, siempre libre. Tus crines largas, negras como todo tu cuerpo, ondeaban entre los copos de nieve, como una noche plagada de estrellas. En ese momento, era imposible confundirte con una sombra más. Porque no había más sombras que tú. La Sombra. Y tan rápido como apareciste, te fuiste cabalgando entre los árboles brillantes, tapizados de blanco, dejando huellas marcadas en el suelo, tan profundas que se veía la oscura tierra que había bajo las primeras nieves. Desapareciste. La neblina te escondió. Pero habías dejado ya muy claro que eras libre y seguirías siéndolo.
No te volví a ver hasta la primavera. Todo era verde. Todo estaba lleno de flores. Todo estaba vivo. Tú también. Volviste a aparecer. Pero esta vez entre árboles verdes. Pero esta vez encima de un tapiz de flores y arbustos tiernos. Te vi cruzar el bosque. Como un relámpago negro. Galopando con elegancia. Rápido y libre. Te paraste y me miraste. Con esos ojos negros y profundos. Sabios y libres. Después seguiste corriendo. Galopando a tu aire. Oí tu respiración. Acompasada. Majestuosa. Confiada. Tranquila.
Desde entonces no te he vuelto ver. Nunca más. Eso me pone triste. No lo negaré. Pero también me alegra saber que sigues siendo libre. Y cuando quieras buscarme, lo harás. Y cuando quieras volver a dedicarme una mirada con esos ojos, lo harás. Con esos ojos profundos. Con esa respiración majestuosa. Con esas patas poderosas. Con esas crines orgullosas. Todo tú. Libre. Libre para siempre. Libre.

domingo, 26 de agosto de 2012

La princesa del bosque (castellano)

Dicen que había una vez, una princesa que, por las noches, soñaba que no era la princesa de su reino, no. Soñaba que era la princesa del bosque. Vestía un susurrante vestido de hojas verdes, suave como la seda, que acariciaba su piel al moverse. En la cabeza, llevaba una corona de ramas floreciendo y decenas de pequeñas flores enredadas en su oscuro pelo rizado. Sus ojos verdes eran del mismo color que los árboles, los arbustos, las hojas de su vestido. En sus sueños, los pájaros cantaban para ella bellas melodías que resonaban por todo el bosque. En sus sueños, montaba gráciles y elegantes ciervos que la llevaban de un lado a otro y la subían a altas montañas desde donde podía ver todo el bosque. Grandes y peludos lobos la acompañaban a descubrir la belleza nocturna y los osos la acogían en sus cuevas, bajo su denso pelaje, para protegerla del frío o la lluvia o ambos. Incluso había hecho amistad con un huidizo zorro de patas negras y fino olfato que sabía camuflarse perfectamente entre la hojarasca y los bajos arbustos. La princesa del bosque se había ganado la confianza de lo búhos que, con sus enormes ojos amarillos, le contaban los secretos y chismorreos de un bosque rebosante de vida.
 A través de sus sueños, la princesa del bosque había aprendido a amar y apreciar cada una de las estaciones del año, así como a temerlas en sus momentos más duros y crueles. Sabía ver la belleza de contemplar caer copos de nieve, redondos y brillantes, sobre el bosque, pero también sabía lo terrible que podía ser una tormenta de nieve en medio del invierno. Se maravillaba por la luz y fuerza del sol del verano, mas conocía lo implacable que éste se volvía sin el cobijo de los árboles y la compañía de un arroyo cantarín o un riachuelo fresco.
 Para ella era fácil orientarse en el bosque, ya que conocía cada árbol, cada camino, cada roca, cada tronco caído en medio de un sendero, cada río, cada hoyo y cada colina. Era su hogar. El lugar cálido y familiar que la acogía cada noche para llevarla a sitios maravillosos, a conocer seres increíbles, a hacerla sentir una princesa querida por sus súbditos, a protegerla, a consolarla.
Pero siempre llegaba la mañana con su sol y su luz, insolentes, burlones, casi parecía que se mofasen de ella por sacarla del bosque de su sueño. Por ello, la princesa odiaba las mañanas, todas ellas, porque cada día le recordaban quien era y donde estaba y, peor aun, le recordaban quien no era y donde no estaba. Cada mañana, mientras las doncellas la vestían y le cepillaban el pelo, la princesa lloraba con lágrimas amargas, llenas de la pena que sentía al recordar que su bosque no existía, que sólo estaba en sus sueños. Nadie en el reino sabía qué pena tan grande afligía el corazón de su princesa, pero sí sabían que no había consuelo posible, era fácil leerlo en sus ojos: no hay solución...
Así que, cada noche, la princesa volvía a su amado bosque a convertirse en la princesa del bosque, a ser de nuevo la persona que tanto anhelaba ser. Pero, un día, de improviso y sin saber por qué, dejó de soñar con el bosque, dejó de volver a ese bello hogar por las noches, ya no había árboles con musgo, ni ciervos que se dejasen montar, ni búhos chismosos, ni osos protectores, sólo oscuridad y silencio para siempre. Pese a todo, ella supo que, para siempre, en su corazón sólo sería la princesa del bosque.

lunes, 20 de agosto de 2012

Cuando le cortas las alas a un soñador (castellano)

Cuando le cortas las alas a un soñador, apagas todos sus sueños. Como cuando le cortas las alas a un colibrí, lo condenas a muerte. Cuando le cortas las alas a un soñador, extingues miles de lucecitas cálidas, miles de estrellas que pertenecen a un firmamento privado. Cuando le cortas las alas a un soñador, las plumas blancas, manchadas de sangre, salen volando y mecidas por el viento llegan lejos, muy lejos, hasta caer al mar. Cuando le cortas las alas a un soñador, apuñalas su corazón, un corazón libre.
 Algunos dirán que lo importante es la realidad. Algunos dirán que los sueños sólo deben escucharse mientras se duerme y olvidarse de ellos al despertar. Otros dirán que los soñadores huyen de la vida, sin entender que es totalmente al contrario. Unos pocos se limitarán a cortar las alas a un soñador sin hacer ningún comentario. Saben que con eso es suficiente. No hacen falta palabras.
 Cuando le cortas las alas a un soñador, destierras a un rey de su reino legítimo. Cuando le cortas las alas a un soñador, hay flores que pierden el olor y el color. Cuando le cortas las alas a un soñador, quemas cartas, notas, dibujos y sonrisas. Cuando le cortas las alas a un soñador, borras su alma, como si fueran letras torpemente puestas o simplemente inútiles. Cuando le cortas las alas a un soñador, disparas letalmente a sus pasiones. Cuando le cortas las alas a un soñador, lo encierras en una jaula de cobre. Cuando le cortas las alas a un soñador, marchitas todo un jardín hecho de esperanzas e ilusiones. Cuando le cortas las alas a un soñador, un frío y temible silencio llena su vida.
Cuando le cortas las alas a un soñador, debes saber que ya no soñará más. Debes saber que ya no cantará más. Debes saber que ya no volará más intentando adueñarse del sol o haciendo un esfuerzo desesperado para acariciar la Luna. Debes saber que ya no brillará más. Debes saber que ya no amará más. Debes saber que ya no llorará más. Ni reirá más.
Es por eso que yo he dejado de hablar, de cantar, de volar, de reír, de amar, de mirar la Luna cada noche con un anhelo escondido en los ojos, de dejar que una sonrisa ocupe mi cara sólo por salir a pasear. Por eso dejé de soñar, de sentir. Me quedé sin mis alas blancas por culpa de una espada brillante, hecha de miedos y sombras.
Pero los soñadores somos tozudos, insistentes, ilusos quizá. Es por eso que somos como un fénix. Es por eso que una pequeña llama vuelve a iluminar mi interior de nuevo. Es por eso que nuevas alas volverán a crecer a partir de cenizas de sueños quemados. Por mucho que me corten las alas, sé que volveré a volar. Mis alas están hechas de sueños. Y los sueños nacen de la vida. Sé que nunca dejaré de soñar. Sé que volveré a volar.

viernes, 10 de agosto de 2012

Una altra llegenda (català)

  El vent porta una llegenda entre muntanyes i valls que qualsevol haurà escoltat si para l'atenció necessària. Aquesta llegenda, però, és diferent de qualsevol que hagis sentit abans, no va passar a un regne gaire llunyà ni fa anys i anys, sinó que els seus protagonistes poden ser a prop teu, més del que puguis imaginar. Tampoc no es tracta d'una princesa i el seu príncep blau, sinó de dues persones simples, com tu i com jo, que només pretenien tirar endavant les seves vides, com dues formiguetes més, perdudes entre la gentada de la ciutat.
 Però Déu o el destí, o el que se suposa que guia els fets fortuïts de les nostres vides, va fer que aquestes dues persones es creuessin un dia i es miressin als ulls mútuament. I va ser aquell instant, aquell precís moment, quan van saber que mai tornarien a ser els mateixos. Malgrat tot, i encara que costi de creure, no es van dir res, ni un sol so de les seves joves i tímides veus, només aquella mirada que va fer una cicatriu, marcada a foc, dins els seus cors.
 Els cabells d'ella, les mans d'ell, i el sentiment dels dos; però no es coneixien, no sabien ni el nom, encara que sentissin que ho sabien tot de l'un de l'altre, que no calia ni una sola paraula. I el destí, així com els va fer trobar-se, també va provocar que cap dels dos es parés i aquell instant només passes a ser un bell i poderós record dins seu... res més? Potser sí, però els hi feia por reconeixe-ho.
 I, tan com el moment va arribar, va marxar i els anys són capritxosos i van passar més ràpid del que ells dos voldrien. Durant aquest temps, cap d'ells ho va reconèixer, però es buscaven l'un a l'altre com la Lluna busca el Sol i el dia la nit. Ells sols no van tenir èxit i sentien que estaven perdent anys que podrien passar junts, tantes nits i tants somriures...
 Així, de nou, Déu o el destí, van voler que es trobessin altre cop, una nit d'estiu, en una platja sota les estrelles com en els contes de fades. Al principi no s'ho van poder creure, per què la vida t'ho treu d'un cop i, de nou, t'ho dóna tan fàcilment? Segur que no hi ha cap tipus de truc?
 Però no volien fer-se preguntes que no tenien resposta, només van mirar-se, es van agafar de la mà i van contemplar el cel junts, sense un sol mot, era innecessari. I al matí següent, un d'ells va desaparèixer sense deixar rastre. Per què? Un superflu tema de feina, de compromís, que els va tornar a separar. Només va deixar un nota maldestrament escrita que era un recull d'excuses pobres. Havia fugit. Suposo que fa por saber que el destí t'ha trobat.
Ella, sola a l'habitació, va plorar, va plorar molt i va maleir el destí. Va entendre que havia de començar una recerca, havia de buscar o mai seria feliç. Així, va passar dies sencers i nits senceres intentant trobar a aquella persona que necessitava per ser feliç. I seria maco dir que quan la va trobar es van abraçar, seria romàntic afegir que es van trobar gràcies als esforços d'ella, seria fàcil acabar dient que van viure feliços per sempre. Però ja he dit que aquesta no és una llegenda com aquelles que s'explica a la canalla.
 La veritat va ser molt diferent: els seus ulls es van tornar a creuar anys, molts anys més tard, quan ell ja caminava amb bastó, quan el cabell d'ella ja era blanc, quan ja feia molts estius que havia deixat de buscar, quan ja s'havia resignat. La realitat era que tots dos havien fet la seva vida i que tots dos tenien néts sans i juganers, que tots dos havien trobat una mica de felicitat malgrat estar separats tant de temps, que tots dos havien estimat algú més i que se l'havien estimat tant com per prometre-li la resta de la seva vida. Però quan es van tornar a trobar, tots dos havien perdut als seus respectius companys pel camí i estaven sols de nou.
I suposo que aquest final de la història és similar al que podeu imaginar. Sí, van estar junts a partir d'aquell moment; sí, van ser feliços l'un al costat de l'altre; sí, van parlar, riure i plorar agafats de la mà; sí, van compartir aquell tros del camí junts; i sí, va ser per sempre perquè es van trobar al començament del camí etern, aquell que ens espera després de la vida. Sí, van ser feliços per sempre més.

miércoles, 8 de agosto de 2012

Por qué caminos habrán ido (castellano)

 Ayer me compré unas bambas altas, de color beige y con algunos motivos tribales de segunda mano en una pintoresca tienda del centro de la ciudad. Jamás había comprado ropa o zapatos de segunda mano, pero eran una auténtica ganga y no estaban demasiado gastadas. Después, en casa, las miré. Estaban allí, delante del armario, y me acudieron un montón de preguntas. ¿De quién serían? ¿Qué habrán visto? ¿En cuántas escenas importantes de la vida del anterior propietario habrán estado? ¿Cuántos charcos de lluvia habrían pisado? ¿Por qué motivo fueron compradas? ¿O por ningún motivo en especial? Especialmente me intrigaba, ¿qué caminos habría recorrido? ¿Por dónde habrán andado? ¿Son de algún lugar lejano y vinieron aquí por azar? ¿Puede que haya conocido al dueño anterior por casualidad?
 De acuerdo, llamadme romántica, soñadora o lo que queráis, pero acaso, ¿vosotros no tendríais curiosidad? Yo tenía muchísima y las examiné atentamente como si entre las costuras pudiese haber algún secreto escondido, alguna palabra guardada celosamente allí, tal vez algún beso robado que se ocultaba de miradas indiscretas, un pétalo seco de la flor que nunca se recibió, una pluma de la libertad que se perdió. ¿Quién sabe? Pese a mi decepción, obviamente no encontré nada de eso, sólo alguna mancha y unas cuantas rozaduras en los cordones y los bordes, un hilo solitario, la marca un poco borrada en una esquina y el silencio absoluto de las bambas.
 ¿Qué me dirían si pudiesen hablar? ¿Qué historias habrían oído? ¿Me darían sabios consejos? ¿O me llevarían andando a caminos oscuros? ¿Sabrían algún bello poema que yo jamás hubiese escuchado? Mas ellas han permanecido en silencio, un silencio impenetrable e indiferente, como si todo esto no fuese con ellas.
 Las examiné una segunda vez y vi alguna ralladas negras en un lateral del plástico de la suela. ¿Qué les habría pasado? ¿Algún pisotón accidental? ¿Una rozadura en algún sitio desconocido? Las preguntas venían, pero no se iban y cada vez eran más.
 De pronto, me sentí una extraña con algo que yo misma había comprado. Técnicamente son mías, pero no las siento mías, sino que tuve la sensación de ser una ladrona, una ladrona de momentos, pisadas y caminos que no me pertenecen. ¿Tiene eso sentido? No, está claro que no, ningún tipo de sentido, pero así me sentía. Fui dándole vueltas y me percaté del poco sentido que tenía. Esas bambas son mías, fue el destino que las encontrase y las comprase. Me llamaron la atención desde la calle, el motivo por entrar en la tienda fueron esas bambas. Las miré y me encantaron, pero por la marca supuse que serían caras y casi desistí. Entonces la dependienta me dijo el precio, muy alejado de lo que yo esperaba y me planteé seriamente comprarlas. Aunque entonces pensé que quizá no sería mi número, pues eran de segunda mano y sólo tenían esas. El número grabado en la suela estaba puesto con el sistema americano por lo que no tenía ni idea de si se acercaba o no a mi talla. Aun así, decidí probármelas. Por si acaso. Me iban como un guante, era mi número, sin duda y se adaptaban perfectamente a mi pie. ¿Una estupidez? Sí, sin duda, pero en ese momento supe que las iba a comprar. Llamadlo destino, llamadlo estupidez, llamadlo azar, llamadlo locura. A lo mejor es todo a la vez.
 Por eso, ayer, mientras las miraba y especulaba, pensé que eran mías por derecho y que no era casualidad que hubiesen acabado en mis manos. Entonces un pregunta un poco inquietante apareció, ¿por qué se habrían deshecho de ellas? ¿Le habría pasado algo al otro dueño? Todavía están bastante nuevas, se pueden llevar algunos años más y no están pasadas de moda, más bien lo contrario. Así que, ¿por qué estaban en aquella tienda de segunda mano, rodeadas de más zapatos que habían tenido el mismo destino? Alguna que otra posibilidad siniestra salió de mi imaginación, pero intenté desecharla rápidamente.
 Esta mañana, al verlas, todas estas preguntas han vuelto a asaltarme, pero las bambas siguen sumidas en su silencio profundo donde se hallan todas las respuestas. En un día, sin proponérmelo, me he llenado la cabeza de preguntas que nunca encontrarán su respuesta, de suposiciones fruto de la imaginación y mis bambas nuevas tienen unas marcas, unas cicatrices, que nunca sabré cómo ni dónde se hicieron. Tampoco me desharé ya de ese sordo silencio que emana de ellas, tozudo y dispuesto a ocultarme todos sus secretos, todo su pasado. Quizá, al igual que cualquier otro, sólo quieren una nueva vida, un nuevo comenzar.

viernes, 8 de junio de 2012

Hoy digo adiós (castellano)

Hoy ha sido el último día de colegio. Para siempre. El año que viene todo será diferente. Ya no volveré a las mismas escaleras, ni serán las mismas caras. No sé ni cómo me siento, emocionada y triste, supongo. Hoy ha sido raro salir de allí pensando que ya no volverás.
 Esas paredes me han visto crecer desde los 3 años y conozco todos sus secretos y rincones como la palma de mi mano. Es parte de mí. He reído, llorado, preocupado y jugado allí. He conseguido convertirme en una personita y se hace raro decir adiós a algo tan ligado a ti. Casi parece irreal, como si después del verano me fuese a esperar. Como siempre. Pero mi tiempo allí ha acabado y ahora me doy cuenta que sólo quedarán recuerdos, tantos y tantos recuerdos...
 Allí está contada la historia de mi vida hasta ahora y, aunque me muero de ganas por saltar al siguiente nivel, no puedo evitar esta nostalgia que me invade al pensar que avanzar supone despedirse de tanto y tantos... Y son tantas la historias que podría contar, que es difícil escoger alguna.
 Puede parecer ridículo, sólo es un colegio, sólo es el final de una época de la vida, pero no puedo explicarlo. Quizá me da miedo darme cuenta que ya me he hecho mayor, que debo aprender a ser adulta y responsable como se espera de mí. Tal vez tema el hecho que ahora iré a ciegas, sin conocer el terreno tan bien como hasta ahora. Creo que es que no me gusta la idea de ser 'la nueva' porque se me antoja muy extraña y diferente a mí.
 Así, hoy acabo algo importante, es la primera vez que me encuentro en esta situación y los sentimientos me hacen sentir rara. Pese a que la frontera es difusa, sé que acabo de cruzarla y mis pies se han vuelto un poco vacilantes, la mirada se me va para atrás.
 Creo que hoy he comprendido el valor real de los recuerdos, que debo guardarlos bajo llave y no perderlos jamás.
 Adiós, decía hoy, adiós, y sentía como dejaba atrás tantas cosas que sólo seguirán vivas  en los recuerdos. Y, aunque los caminos nuevos son prometedores, es difícil decir adiós. Nunca me han gustado las despedidas y decir adiós hoy me ha costado más de lo que esperaba. Supongo que los lazos y los recuerdos son demasiado poderosos y ocupan un lugar demasiado importante como para simplemente ignorarlos.
 Así que hoy ha sido mi último día en el colegio y, por tanto, ver como se quedaba atrás ha sido algo que me ha provocado más nostalgia de la que pensaba.
 Adiós, digo, adiós y gracias. No se me dan bien las despedidas, nunca sé qué decir. Ni siquiera sé cómo explicarlo por muchas vueltas que le dé, así que sólo puedo decir adiós y sentirme feliz y orgullosa de lo que dejo atrás. Al fin y al cabo, eso me ha hecho ser quien soy ahora y eso es lo mejor que me puedo llevar.
 Creo que ahora ya estoy lista para ver qué me depara el mañana.

martes, 5 de junio de 2012

Discurs de la graduació (català)

Una escola. Sovint només es parla de la institució, de notes, estadístiques i professors, oblidant que el més important d’un col·legi són les seves històries, tot allò que viuen els alumnes a les aules. No es té present que, malgrat tot, el que romandrà serà els records que es formin, més enllà de tota la resta. I de records, en tenim més dels que podríem comptar. Difícil ha sigut per nosaltres saber per on començar.

Han estat uns cursos plens de vivències. Tan memorables com no tan bones, que ens han fet tan riure com plorar. Algunes de les quals potser d’aquí uns anys seran el centre de les nostres converses i es convertiran en les nostres pròpies llegendes. Uns capítols que ens faran recordar aquesta etapa com una de les millors de la nostra vida.

El final de l’estiu arriba de la mà del nou curs, cares noves, il·lusió per la nova etapa i la tranquil·litat que encara hi ha més llums que ombres, més dia que nit. Però amb la tardor comencen les primeres pluges i el fred, les primeres desil·lusions i entrebancs en el camí. Al hivern, el paper protagonista serà cedit al pessimisme, al veure més mesos per venir que els transcorreguts, amb l’alè d’un treball de recerca inacabat perseguint-te. No obstant això, un hivern llarg augura una primavera duradora. Aquesta suposa la instauració de l’esperança i la il·lusió fruït de la collita dels primers bons resultats. Llavors t’adones que l’esforç mai és en va. És amb l’arribada de la calor, el Sol i les nits curtes quan nous horitzons s’obren davant nostre. No hi ha millor recompensa pel treball realitzat que el començar d’un nou dia ben clar.

És un veritable honor per a nosaltres parlar en nom dels nostres companys i companyes i amb la veu de tots nosaltres. En una vetllada com aquesta, és de justícia reconèixer la labor de tots aquells que han recorregut aquest camí amb nosaltres, guiant-nos quan estàvem perduts o oferint-nos la mà quan hem caigut. En primer lloc, el nostre més sincer agraïment al professorat. Gràcies per haver-nos obert les portes del coneixement, ensenyar-nos que hi ha llum més enllà d’una mala nota i per mostrar-nos que, més enllà de lletres i nombres, hi ha persones. El delta de l’Ebre, Linden, París, Boston o Polònia són indrets que ens fan pensar en com els mestres han arribat a implicar-se fora de les classes. Darrere de baralles per un punt més o menys a la nota, s’amaga l’estima. Aquesta gratitud va també dirigida a la Coordinació i Direcció del centre, per permetre’ns passar a formar part de la història de l’escola.

En segon terme, volem cedir el protagonisme per uns moments als nostres pares i mares. Sense vosaltres arribar aquí hagués estat encara més dur. Heu estat el nostre suport en circumstàncies difícils quan les coses no han anat com nosaltres esperàvem. Heu patit amb nosaltres en veure com els resultats no es corresponien amb l’esforç invertit. Però també heu fet la nostra alegria vostra, perquè per això està la família, per celebrar les victòries i abraçar-se en les derrotes.

Per últim, volem agrair als nostres companys els inoblidables moments viscuts i pel càlid ambient creat. Perquè mireu al vostre voltant, totes aquestes cares han posat el seu gra de sorra en aquesta estada de dos anys o més. Amb cadascú teniu un record associat per molt petit que sigui. El suport mutu en pujar els dos les escales fent tard, el trobar com a punt comú les cares de son a les 8 del matí, ser els grans, els del bar, l’amor compartit pels radiadors quan era hivern o la rancor cap a l’aire condicionat causant de tants mals de coll. És innegable que aquesta experiència anomenada Batxillerat no hauria estat el mateix sense tots vosaltres.

En una cerimònia com la d’avui els sentiments són contradictoris: alegria pel final del Batxillerat, per la llibertat guanyada, per haver complert un objectiu i per tenir més proper un somni anomenat universitat; i tristesa per l’adéu a una experiència educativa que per molts ens ha acompanyat des dels 3 anys d’edat. També por i curiositat per les portes que estan per obrir i per la responsabilitat adulta dipositada sobre les nostres espatlles. La inseguretat sobre si aquest pes serà massa difícil de carregar o no. I amb l’enyorança d’uns temps que hauran esdevingut de presents a passats en un obrir i tancar d’ulls. Però la capacitat de recordar és una de les millors facultats de l’home. No es pot viure de records, però aquests ajuden a afrontar el futur amb més optimisme al saber que una vegada assolida una meta ningú t’impedeix arribar a la següent. I acabar el Batxillerat ha estat la nostra primera gran meta. Perquè només existeix un límit, el que nosaltres mateixos ens imposem.

A partir d’ara els nostres camins es bifurquen i cadascú seguirà el seu propi trajecte. Avui tanquem una porta darrere nostre però ens trobem amb mil portes més al davant. El recorregut propi ens guiarà cap a una o altra, sempre amb el record d’aquest tros que hem fet junts.

Perquè ja ho diu una de les cançons insignes de la música catalana:

Camins, que ara s'esvaeixen,
Camins, que has de fer sol,
Camins, vora les estrelles,
Camins, que ja són nous.


Raquel Pérez i Eva Vidal

miércoles, 23 de mayo de 2012

El castillo de cristal (castellano)

La princesa miraba la ciudad. Era un día soleado, luminoso, y las calles estaban llenas de gente que vendía y compraba o simplemente paseaba. En general, parecían felices, muchos sonreían o lanzaban miradas cómplices y satisfechas, había algún niño que, cogido de la mano de su madre, lloraba al ver que no le cumplían su capricho, algunos otros gritaban y reían al correr detrás de gallinas asustadas o al ser perseguidos por algún adulto demasiado gruñón y estricto.
 La princesa suspiró y deseó poder bajar y mezclarse entre el gentío, oír su voces de cerca, sentir el calor del sol directo en la piel o los empujones al pasar por una callejuela demasiado estrecha y abarrotada. No le importaba ensuciarse los zapatitos de tierra o enfangar el bajo del vestido. ¿Y si el viento la despeinaba? Por fin, sabría lo que era no tener el pelo perfectamente cepillado siempre.
 Pero en vez de eso, tenía que mirarlo todo des de la distancia, des de su castillo de cristal, tan luminoso y precioso, des de donde se veía todo lo que sucedía en la ciudad, que brillaba con luz propia con los reflejos del sol y la luna. La envidia de todos, poder vivir en ese hermoso castillo que se alzaba en medio de las casas, imponente, elegante.
 La princesa era la afortunada que vivía en su interior y, por ello, todos deducían que sería feliz, la más feliz de todos, allí, en su castillo de cristal, rodeada de luz y vistas a todos lados.
 Pero lo que no sabían era que no se podía salir del castillo de cristal, tan transparente, casi como si no existiese, mas levantaba un muro infranqueable a la princesa. La ciudad, la gente, el mercado, las gallinas y los perros de las calles, podía verlos cada día e incluso oírlos en la lejanía, a través de las paredes de cristal, como si estuviesen a años luz de ella. Su blanca piel y sus ojos azules cada día estaban más apagados, como si toda la calidez del sol se perdiese al traspasar el castillo de cristal y su interior quedase oscuro, frío y solitario. Así, la princesa estaba triste, muy triste, cada día más. No le importaba su castillo de cristal, no lo quería, porque era como una jaula.
 La princesa se sentía como un pajarillo encerrado en su hermosa jaula, bonita como ninguna otra, pero de la que no podía escapar. ¡Escapar...!, suspiraba a menudo. ¡Qué más quisiera la princesa que huir de esas paredes de cristal que retenían toda la felicidad de fuera! Casi cada noche soñaba que tenía alas con las que podía escapar del castillo de cristal y volar lejos, fuera, a la ciudad. Así, después, con las alas plegadas, recorría las calles y hablaba con la gente, reía con las mujeres y jugaba con los niños bajo el sol de verdad.
 Pero cada mañana, el castillo de cristal le recordaba a la princesa que no tenía alas, que no podía huir. ¡En el castillo de cristal serás feliz!, le dijeron y ella se dejó engañar. Así, la princesa se sentía sola y triste y notaba como se le iba la alegría y la vida a través de las paredes de cristal con cada suspiro y cada parpadeo.
 Con el tiempo, la gente pensó que la princesa era muy feliz en su castillo de cristal porque nunca salía. La verdad fue que la princesa acabó muriendo en su castillo de cristal, ahogada entre sus luminosas paredes que le dejaban ver qué sucedía fuera pero que no la dejaban pasar, y, luego, el castillo de cristal quedó vacío para siempre.