sábado, 7 de septiembre de 2013

A veces (castellano)

 A veces, ser feliz cuesta menos de lo que imaginamos. Oler una flor. Pasear por un bosque al atardecer. Acariciar un animal cariñoso. Mirar las estrellas por la noche. Son esas pequeñas cosas las que nos recuerdan nuestro sitio en el mundo. Son momentos en los que puedes pensar. Pensar que sólo eres un pequeño pedazo de esta gran obra. Pensar cuál es tu papel en ella.
 A veces, es fácil perderse en la ciudad. Entre calles ruidosas y gente estresada. Árboles tristes y enfermizos. Andar por las calles grises y casi no poder ver ni siquiera el azul del cielo. Tan conectados con todos y a la vez tan solos. Seguir una rutina, la misma cada día, cada mes, cada año. Hasta, al final, olvidar los sueños.
 Por eso, a veces, es bueno recordar las pequeñas cosas. Poder recordar qué es soñar. Qué es sentir aire fresco en la cara. Oír grillos por la noche y pájaros durante el día. Ir a algún sitio donde no haya nada más ni nadie más. A veces, es todo lo que necesitamos. Poder coger aire sin remordimientos o nervios.
 A veces, hay gente que se enamora de esa sensación. A veces, abandonan la ciudad para siempre y nunca vuelven. Porque fuera se sienten libres y capaces. No tienen las grandes aspiraciones de poder o dinero. Aspiran a mantener aquello que han encontrado: paz y libertad. No necesitan más, aunque para otros pueda parecer poco.
 A veces, con el tiempo, mirarán atrás y se percatarán de que tomaron la decisión correcta. Porque era la decisión que sentían que debían tomar. Contemplarán la ciudad y seguirán viendo una jaula en ella. Otros dirán que huyeron. Pero huir significa dar la vuelta y dar marcha atrás. Ellos no retrocedieron, sino que siguieron adelante. Sólo que en otra dirección. Diferente a la de la mayoría.
 A veces, para algunos dejar la ciudad será una decisión demasiado difícil. Demasiado comprometida. No pueden romper tantos lazos. Lo que también es comprensible. Da miedo dejar tanto atrás. Y puede que para ellos no compense.
 A veces, debemos oler una flor. Pasear por un bosque al atardecer. Acariciar un animal cariñoso. Mirar la estrellas por la noche. Son momentos en los que puedes pensar. Pensar que sólo eres un pequeño pedazo de esta gran obra. Pensar cuál es tu papel en ella.  Pensar en qué queremos hacer.
 Y finalmente, siempre, y no sólo a veces, hay que tomar una decisión.