domingo, 28 de abril de 2013

Sólo un momento (castellano)

Sólo existe un momento en el que te sientes completo, sin fisuras ni piezas perdidas. Un único momento en que todo encaja. Todas las preguntas tienen respuestas. Todo tiene sentido. Todo está en su sitio. No hay nada que temer.
A veces el momento simplemente llega, sin que nadie lo haya llamado. Otras llega para salvar a alguien perdido y desorientado. Si lo buscas mucho, puede que lo encuentres husmeando en el pasado o visitando el futuro. Aunque el momento es caprichoso, pues sólo se deja ver cuando él quiere. Normalmente te sorprenderá con su llegada, como hace el invierno cada año.
Y, ¿qué le dirías al momento si de pronto apareciese ante ti? ¿Le darías las gracias o lo maldecirías por presentarse poco oportunamente? ¿Intentarías retenerlo junto a ti? ¿Lo dejarías marchar? Puede que te cambiase al vida para siempre o que confirmase lo que siempre has sospechado.
El momento nunca va solo. Siempre está acompañado por alguien o algo que puede pertenecer al pasado o al futuro, pero que suele corresponder al presente. El momento te hará regalos y sólo tú podrás decidir si los aceptas o los rechazas.
El momento te lo hará ver todo claro, durante ese momento la imagen será nítida, clara y transparente. Si eras un puzle desperdigado y desmenuzado, durante ese momento serás un bello cuadro, de finos y precisos trazos coloridos, en una pared blanca. Y puede que entonces te preguntes cuál ha sido el pincel que te ha dibujado: el pasado, dirán algunos románticos. Dios, dirán algunos creyentes. Tu corazón, dirán algunos poetas. Tú mismo, contestaría yo. El momento simplemente permanecerá callado ante esa pregunta.
Podrías cuestionarte cómo saber cuando el momento ha llegado, pero eso no tiene respuesta. Porque cuando el momento llega, te lo hará saber. Sabrás que ha llegado porque las formas difusas se convertirán en figuras claras y eso significa una cosa distinta para cada persona.
Y debes saber lo más importante del momento, lo más esencial de su llegada. Cuando el momento llega significa que has encontrado tu lugar. Estás donde debes estar, donde quieres estar y con quieres estar. El momento llega cuando eres quien realmente eres. Con todas sus consecuencias.
Pero recuerda, cuando el momento se va deja un vacío más hondo que el que había a su llegada. Su ausencia dolerá más de lo que imaginas.

domingo, 14 de abril de 2013

Concurs RelatCurt TMB: "Un trosset de Barcelona" (català)

Vaig pujar al bus a la parada de Via Augusta just al sortir del Ferrocarril que venia de Sabadell. Ja era hora. Eren quasi quarts de deu del vespre i tenia ganes d’arribar a casa. Portava amunt i avall des de primera hora del matí: treballar, classes, estudiar a la biblioteca, passar a comprar el sopar... El bus anava pràcticament buit, en silenci, tothom amb la mateixa cara de cansament mirant els carrers foscos i mig endormiscats. Em vaig asseure i vaig deixar la motxilla als peus. Se’m van tancar els ulls per un moment i vaig sospirar. Només volia dormir.
El bus va fer una sotragada. Ja érem a Diagonal, a l’alçada de Maria Cristina, i passà sobre les vies del Tram. Vaig mirar per la finestra. He vist aquest lloc milers de cops. Sempre he viscut a Barcelona i aquesta zona és dels meus barris. Però aquesta vegada havia sigut diferent.
Aquella nit, em vaig tornar a enamorar de Barcelona. El bus avançava lentament Diagonal avall. Hi havia molts cotxes, cadascun amb les seves llums, altres busos, el Tram, gent caminant per les amples voreres, El Corte Inglés, l’edifici Planeta amb les seves plantes a la façana, els edificis plens de llums... La llum nocturna era increïble, el paisatge urbà barceloní tan brillant. Tot es movia. Tot era dinàmic, fluid, tenia energia. Tanta gent, tantes vides i històries, tantes llums en una nit que, en principi, no tenia res d’especial...
“Visc en una ciutat maca, preciosa”, vaig pensar, “no la canviaria per cap altra”. Aquell passeig en bus per la Diagonal és un record que mai podré oblidar. Barcelona és una ciutat especial, bella i plena de vida. I no sé si és perquè sempre hi he viscut que no me n’havia adonat fins aquell moment. M’agrada dir que sóc de Barcelona, m’agrada dir que formo part de Barcelona. La meva ciutat. Sóc un trosset de Barcelona. Un petit fragment d’aquesta nit farcida de llums i moviment.

martes, 2 de abril de 2013

El baile (castellano)

Aun recuerdo el baile. Fue el primer fin de semana juntos. Pasamos el día en la montaña, fingiendo ser senderistas, cuando en realidad no había nadie más de ciudad por allí que nosotros. Al volver a la casa, fui a ducharme pues llevaba el pelo lleno de hojas y las piernas arañadas por las zarzas. El plan era cenar pizza y ver la película más tonta que encontrásemos. Queríamos reír juntos.
Me tomé mi tiempo en la ducha, me dolían todos los músculos del cuerpo y me agradaba volver a sentirme limpia. Bajé con unos pantalones de chándal grandotes, el pelo en un moño mal hecho y chanclas a modo de zapatillas. Esperaba oler al queso de la pizza precocinada y la tele puesta de fondo. Pero no.
En vez de eso, cuando bajé me encontré la puerta del jardín abierta. Entraba esa brisa nocturna casi veraniega. Salí y te encontré de pie, al lado de una mesa con dos velas y una flor. El jardín estaba lleno de pequeñas luces, como si de estrellas se tratase.
Me invitaste a sentar y reímos juntos de lo ridículo que quedabas exagerando los gestos caballerescos. Me confesaste que la cena la habías preparado tú. Te disculpaste con antelación por si el resultado no fuese de mi agrado. Reconozco que no recuerdo qué cenamos. De ese rato sólo puedo recordar tus ojos verdes, brillando con todas esas lucecitas del jardín. Recuerdo el fresco vino blanco que sacaste, pues sabías que el tinto no me gustaba.
Hablamos de todo y de nada, hablamos de sueños, del futuro y de nuestras esperanzas, intercalándolo con temas más banales y completamente superfluos. También hubo muchos silencios. Silencios largos y profundos en los que nuestros ojos lo decían todo. Creo que el postre era rojo y tenía fresas, pero reconozco que en aquel momento ya estaba completamente perdida en aquellos dos puntos verdes tuyos.
Cuando acabamos, recordamos la primera vez que nos vimos y como fue nuestro primer beso. Parecía mentira que alguna vez fuésemos desconocidos. Lamentaste no tener detalles románticos conmigo normalmente. "Pero quiero compensarlo", añadiste.
Encendiste el aparato de música del salón y me tendiste la mano.
-¿Me concedes este baile? -susurraste.
Reí como una tonta y te di la mano. No sabíamos bailar. No sabíamos cómo movernos para bailar como en aquellas películas antiguas llenas de vestidos largos y galones brillantes. Pero la música era preciosa y la noche era nuestra. Sólo nuestra. Nos acercamos, prácticamente estábamos abrazados, y comenzamos a bailar. Lentamente. Suavemente. Como la brisa de aquella noche.
Me tenías cogida por la cintura y yo te cogía el hombro. Con la otra mano abrazaba la tuya y llevábamos el ritmo. Apoyé la barbilla en tu clavícula. Olía a ti. Un olor familiar y cálido. No podía dejar de sonreír.
-Qué ridículo -murmuré-. Tú has preparado todo esto y yo en chándal y el pelo hecho un burrullo...
-Está bien así -dijiste-. Así estás preciosa. Sin maquillaje, ni tacones, ni vestidos bonitos... Así. Tú. No me hace falta más.
Me apreté a ti y cerré los ojos. Me dejé llevar y la músico siguió sonando. Era una hermosa canción que yo ya conocía. Y me encantaba. Tú empezaste a cantármela al oído. Sutil. En un susurro. Sentí como se estremecían todas las fibras de mi cuerpo. No había dolor, ni miedo, ni sombras. Sólo nuestra noche. Y tú.
La música continuó con otra canción. Y luego otra. Y otra. No sé cuánto tiempo pasó, la verdad es que no podía pensar en otra cosa que tu calidez. Pero sé que cuando la música acabó, nosotros seguimos abrazados, moviéndonos por el jardín al son de nuestro propio ritmo.
Fue el momento más feliz de mi vida. Nuestro baile. Y lo sigo recordando cada noche. Evoco cada uno de los recuerdos de entonces. Y me duele el corazón. Porque te marchaste para siempre. Poco después de aquello, el mar se te llevó lejos, a sus más oscuras profundidades sin piedad. Se aseguró que jamás pudiese encontrarte.
Hay quien dice que lo hizo por pura maldad, rebeldía sin causa. Pero yo creo que simplemente tuvo envidia de que la Luna no le amase como nosotros nos amábamos.