jueves, 27 de diciembre de 2012

La melodía (castellano)

De pronto... la oí. De nuevo, esas dulces notas volvieron, flotando suavemente, a mí. Unos sonidos perfectamente armónicos, bellos, coordinados, fugaces y brillantes. Sólo me hizo falta cerrar los ojos para evocar. Recuerdos. Sonidos, imágenes y olores del bosque. Recuerdos de cómo nuestros caballos nos llevaban por el bosque, entre árboles y musgo, persiguiendo sueños que quizá jamás debieron existir.
 La música viaja fielmente hasta mis oídos. Mi corazón responde con sentimientos que creía olvidados. Salen de un baúl escondido en un rincón polvoriento de mi corazón. Se habían ocultado entre las sombras hasta ahora. Pensé que ya habían huido a ocupar otro baúl, otro corazón, otra vida. Quizá al otro lado del mar. Quizá más allá de las montañas nevadas. Otra vida en otro castillo y cabalgando a lomos de otro caballo blanco.
 La flauta se mezcla con el laúd magistralmente domado y tejen la melodía. Que ocupa mi cabeza. Que ocupa mi corazón. Que ocupa mi ser. Yo, con los ojos cerrados, sólo puedo entregarme a ella. Podría bailar a su ritmo. O podría cantarla con susurros manchados de tristeza. Mas eso no reflejaría todo lo que me hace sentir. Puede que no haya nada que lo consiga.
 Sigue sonando. Sigue volando a costa de mis sueños viejos y rotos, algunos incluso olvidados para siempre. Sigue ocupando la sala. Sigue ocupando mis sentimientos. Y con ella, tú.
 Porque, al fin y al cabo, la melodía sólo me dirige a un único destino: tú. Tú. Tan galante y gentil. Tan valiente. A lomos de tu caballo bayo. Con tu dulce voz. Tus poemas, robados a antiguos autores, versos que no te pertenecían. Mas los hacías tan tuyos que era difícil no dejarse llevar. Me dejaste soñar libremente. Y soñamos juntos con un futuro diferente. Nuestros sueños fueron demasiado lejos. Y creo que ambos lo supimos desde el principio. Pero era imposible no dejarse deslumbrar por su belleza.
 Y esta melodía tuya que siempre nos acompañaba. Ya fuese descubriendo el bosque o corriendo por el castillo. Notas tan sutiles y hermosas. Aún me llevan a esos atardeceres al lado del arroyo. ¿No quisieras volver conmigo allí? Sólo una vez más...
 ¿De dónde salen todos estos recuerdos? Esta memoria tan afilada y rencorosa... Yo, ilusa de mí, que creí que todo esto ya había volado lejos, muy lejos. Donde no pudiese verlo, ni oírlo, ni sentirlo. Pensé que habían volado con blancas alas para perderse por siempre. Parece ser que aún estás conmigo, o al menos eso cree mi corazón. 
 Esta melodía... ha parado al fin. Las notas han ido evaporándose lentamente hasta extinguirse, dejando sólo una leve sombra suya en la brisa que entra por las ventanas, una emoción en mi interior que se va desmenuzando poco a poco. Hacía ya años que ningún trovador se atrevía a tocarla en mi castillo. Tantas noches con sólo viejas leyendas o simplemente en silencio... Supongo que por eso los recuerdos se quedaron en aquel baúl polvoriento y carcomido. Ahora vuelven, lentos y pacientes, a su rincón donde no pueda encontrarlos Sólo saldrán cuando la melodía los llame. Será entonces, también, cuando más duelan. Notas y recuerdos. La melodía y tú sobre el caballo bayo.