lunes, 12 de marzo de 2012

La carta (castellano)

La guardo en una caja desgastada pese a los años, pese al olvido, pese a todo. Está en su sobre, con aquella dirección en la que ahora sólo hay un parque. Me mudé hace muchos años, sólo pude salir corriendo después de todo. El papel ya amarillea asemejándose más al pergamino, está arrugado y los bordes tienen un color todavía más enfermizo. Pero soy incapaz de deshacerme de ella. Aun no sé por qué exactamente, quizá para tener todavía algo de ti, para mantener vivo el recuerdo, tener la certeza de que no es un sueño difuso e idealizado.
Hay noches en las que no puedo dormir y, entonces, bajo una cajita del armario, la abro y saco el sobre. Desplegarla provoca todo un cúmulo de sensaciones indescriptibles y nostálgicas en mi interior, aun antes de empezar a leerla. Me parece que aun huele a ti, pero a lo mejor sólo es mi imaginación. Las palabras que contiene me las sé de memoria, pero ahí no sólo hay palabras. Esa tinta oscura, negra, refleja mucho más. Es tu letra, tus espigadas efes y tus elegantes íes, un trazo firme y delicado. Leerla es como volver a oír tu voz, notar tu aliento cerca de mí, tu suave voz dando forma gracilmente a las palabras para que acaricien mis oídos... Pero ahora sólo hay silencio después de estas palabras. La abrazo y puedo sentir tu calor, tus brazos cálidos redeándome... Cuando todavía éramos jóvenes y nos creíamos inmortales. ¡Qué ingenuidad la nuestra! Ahora sólo quedan palabras escritas en una carta hace más de cincuenta años. Una broma del destino, una jugada incontestable que nos separó para siempre. Mis manos, ya viejas y arrugadas, la aprietan dulcemente contra mi pecho y cierro los ojos, recordando...
Pero, entonces, algo se mueve y se enciende una luz.
-¿Estás despierta? ¿Estás bien?
-Sí, sí... Sólo iba a buscar un vaso de agua -miento.
Pliego cuidadosamente la carta y la guardo en el sobre, allí donde hay una parte de mi alma. La caja vuelve al armario y el corazón echa el cerrojo a todos esos recuerdos. Me vuelvo y voy hacia mi marido. Sólo él pudo hacerme sentir algo otra vez. Después de que te marchases al frente y no volvieses. Pero nunca he dejado de pensar que ese hombre podrías haber sido tú. Tú y yo para siempre.
Mas, ahora, lo único que me queda de ti son un montón de recuerdos polvorientos y esa vieja carta.

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