miércoles, 12 de octubre de 2011

El cuento imperfecto (castellano)

Y llega un día en que descubres que en el mundo no siempre brilla el sol. Primero descubres tus propios defectos y te decepcionas a ti misma al ver que, a diferencia de lo que pensabas cuando eras pequeña, no eres una princesa, que no eres esa niña de los cuentos, que las historias no hablan de ti. Pero lo asumes y te propones mejorar para, al final, no para ser la princesa del cuento, sino para escribir tu propio cuento, donde tú quizá no seas perfecta, pero la gente que te rodea lo será.
 Pero, poco a poco, creces y, a medida que estás más arriba, ves más y más que el mundo no es perfecto y, en definitiva, que nadie lo es.
 ¿Nadie? Siempre queda alguien que, para nosotros, es nuestro icono, nuestro ejemplo a seguir, esas personas que piensas que siempre toman la decisión correcta, que tienen una moral impecable y crees que nunca llegarás a ser como ellas pese a que lo aspiras con ganas. Siempre te queda alguien en quien confiar ciegamente, alguien que sabes que nunca se fallará a sí mismo ni a los demás, alguien en que todo el mundo se apoya al cojear, que ojalá fueses que como esa persona que nunca se equivoca y siempre consigue lo que se propone. Esas personas que estarán contigo en tu cuento perfecto.
 Y, finalmente, llegas a ese momento en que ni siquiera tus más perfectos ejemplos se salvan, el instante en que te das cuentas de todos sus defectos, que no eran tan buenos como parecían, y, sin saber por qué, sientes que te han fallado, que en cierta manera te han mentido, cuando en realidad lo que ha pasado es que no te han mostrado toda la verdad cuando pensabas que lo sabías todo. Te sientes sola, porque entre las páginas del cuento sólo estás tú, que el cuento que siempre te contaron es mentira, no se corresponde al mundo real y, furiosa, rompes sus bellas y tristes páginas.
 Y ése es un momento duro, difícil, porque es el momento en que te haces mayor de golpe, en que la infancia se queda, definitivamente, atrás, guardada cuidadosamente en un cajón del que sabes que ya no saldrá, así como los pedazos del cuento. Cuando descubres que ni tú eres perfecto, ni que nadie lo es, que el mundo está hecho para alegrarnos y decepcionarnos a partes iguales, que hay el mismo rato de día que de noche a lo largo del año, que hay los mismos días de verano que de invierno. Porque cuando tus iconos caen, sólo puedes agarrarte a lo bueno que hay en ti y en el resto de personas, pero sabes que ya nunca desearás ser otra persona, porque todos tenemos luces y sombras y nadie es más luminoso que otro... no existen esos cuentos perfectos en los que siempre creíste.
 Y deseas ignorar a conocer, hacerte pequeño en vez de envejecer, pero ya es demasiado tarde, la verdad te ha hecho madurar de golpe y ése es un paso que no tiene marcha atrás, ya se han borrado todas las letras del cuento, de pronto ni siquiera eres capaz de recordar de qué iba: es el momento de empezar con una nueva página en blanco.

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