jueves, 16 de junio de 2011

El soldado (castellano)

 Hace tiempo, no recuerdo el lugar, alguien me habló de un soldado. Un joven que quería defender algo, aunque no sabía el qué. Cogía el arma con fuerza y no dudaba en ser el primer voluntario para ir a primera línia de fuego. Como he dicho, tenía una determinación en algún objetivo, que todavía desconocía.
 Cumplió con el entrenamiento sin que un sólo lamento se le escapase de entre los labios. Era el primero en levantarse, el último en irse a dormir. El que hacía doble turno en la vigilancia nocturna. El que siempre cubría a los compañeros. El que comía la mitad para ayudar al herido. El que nunca hablaba. El que lloraba en silencio quién sabe por qué.   El soldado que arriesgaba su vida sin saber por qué, pero que no titubeaba. Aquél cuya misión quizá sólo fuese ser un peón más, pero uno valiente, fuerte, serio: el peón perfecto.
 El soldado que, sin dudarlo, se interpuso entre su compañero y una bala mortal. Quizá fue demasiado tarde cuando comprendí que ese soldado... era yo.

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